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1ro. de enero del 2011: El calendario impertérrito de Cuba

por Pepe Forte/Editor de i-Friedegg.com y conductor del programa radial El Atico de Pepe, de lunes a viernes a las 6:00pm por WQBA 1140 AM, una emisora de Univisión Radio.

Ilustraciones del autor • Fotografías de archivo • Posted on Jan. 1st./2011

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De nuevo. Otro año más. 52 ahora. Y yo izo mi bandera cubana en blanco y negro —no la tricolor que imaginó Narciso López—, para conmemorar como hago cada 1ro. de enero, un amargo e interminable rerun del año anterior. Porque cual si el país viviese un eterno Groundhog Day, pero de argumento trágico, no como la comedia de cine del tipo que se levanta en el mismo día, cada 1ro. de enero, por más de medio siglo, Cuba despierta a la misma realidad desde 1959.

De niño, en una inocencia que ahora lamento, creí que todos los récords eran —y tenían que ser— gloriosos. No. También los hay vergonzosos, humillantes, onerosos. Y Cuba ya los encarna o va camino de ellos, como el nada envidiable de la dictadura más vieja no del continente, sino probablemente del mundo entero ya, con todas sus ramificaciones, incisos, asteriscos y notas al pie.

Por cinco décadas, como los conciertos de MTV, Cuba ha vivido unplugged del mundo, con una caja de resonancia acústica en Miami como consuelo, que es la única bocina que persiste en la denuncia de la infamia mientras el planeta, indolente, a menudo más harto del eco que de la fuente del ruido, se ha acostumbrado a este drama como se acostumbró el vecino al vecino que le pega a su mujer.

Nada o poco ha cambiado en Cuba para bien. Una pirueta legal allí y otra allá que permite alguna nueva actividad empresarial privada, y un par de pulgadas cuadradas más de libertad ciudadana. Sólo detalles. Como la reducción de la cuota de patadas o improperios a Las Damas de Blanco, o la liberación de algunos presos de consciencia en el 2010. Total, para el caso poco vale. Como en la estera en la fábrica de bombones, que los que al final de ésta caen en la caja con lazos y cintas para salir a la vidriera son sustituidos allá detrás por otros en los moldes desde las hornillas que funden el cacao, así mismo el sistema de justicia castrista reemplaza con nuevos reos a los prisioneros que libera. Ya quisiera tanta gente este esquema para su cuenta de banco, en que los depósitos compensaran siempre las extracciones...

Así que en el quincuagésimo segundo aniversario de la Revolución nada merece el cling! de una copa de champán al chocar con otra…

Todo, todo sigue igual, y lo que nos queda es pasar revista a las consecuencias del experimento de media centuria que comenzó con la devastación luego de los retozos económicos de Castro y la destrucción física de las ciudades de Cuba, como La Habana, que parece más bombardeada que Dresde en el verano de 1945 o más ruinosa que Puerto Príncipe tras el terremoto de hace un año.

Finalmente, como para hacer palidecer al asombro de la desolación de los primeros capítulos, ahora llega la aniquilación —irreversible generacionalmente— del alma del cubano.
Mas, cuando parece que contemplamos el episodio final, aparece una especie de nuevo tomo cual infernal telenovela infinita. Es el cuento de nunca acabar... y de la peor especie.

En el 1ro. de enero del 2011, si miramos atrás, nos topamos con un país que parece haber sido el tubo de ensayo predilecto de un reciclado Josef Mengele que, con puntual dedicación, manipuló todos y cada uno de los aspectos de la nación.

Ojalá Cuba hubiese sido un laboratorio del doctor con chamarreta militar. Pensar o decir eso, como tanta gente lo piensa o lo dice, es ofender al laboratorio y al experimento… e incluso a la cobaya. Los laboratorios y los experimentos, aún aquellos pocos destinados al mal, comparados con los buenos, están dirigidos a un propósito y se yerguen sobre el intelecto humano. Cuba en cambio ha sido el playground del orate de verde oliva, la plaza lúdrica del ególatra hiperkinético cuyo fin no es un resultado, sino el juego en sí. Es eso lo que le hace vibrar. Y como un chico avieso y consentido, cuando se aburre de la prueba, la deja, y sin pedir disculpas salta a la próxima, más excitante para él aún.

Las demenciales campañas de Castro, de toda índole y cariz, fueron portentosamente delirantes y arrasadoras, y tan lamentablemente tempraneras como las fechas primeras de su aventura de mando. Casi tan pronto como al hacerse de un poder omnímodo, el napoleoncillo del Caribe imaginó la desecación de la Cienaga de Zapata para sembrar arroz —¿sin agua?—; las vastas plantaciones del gandul y la pangola; el Cordón de La Habana, un monumental cultivo de café Caturra; la vaca divina, la F1, un compendio productivo en cuatro patas hasta entonces inexistente que prodigaría por igual y en generosas proporciones carne y leche, fruto de un cruce genético de su invención; la siembra de fresas por debajo del Trópico de Cáncer; la Zafra de los 10 Millones, una extraordinaria producción de azúcar sin precedentes en la industria del dulce en el país; los zapatos plásticos; la escuela al campo y las escuelas en el campo; la probable abolición del dinero (en realidad sustituido por el trueque como en las más primitivas comunas); las aventuras militares en África; la sovietización de la vida nacional a contrapelo del carácter festivo del cubano; el intento de convertir a Cuba en potencia médica cuando tan sólo garantizar el desayuno, el almuerzo y la comida eran una quimera en el país; la cancelación de las naturales relaciones de todo corte con Estados Unidos; mas recientemente la introducción de las clarias vietnamitas… y así y así, cuasi ad infinitum.

Son cincuenta y dos años de archivos del disparate que hoy se revelan nuevamente a propósito de la fecha. Quizás nos quede como el único consuelo, en contraposición a los atropellos a los derechos humanos y a la carencia de libertad y de elección y opciones en toda esfera cívica del cubano, verlos como pinceladas burlescas de un período histórico por el que, bajo la anestesia del tiempo, no penarán ni sentirán las generaciones futuras. Nada, las travesuras del Diablo en la década de los 20 moscovita de la novela "El Maestro y Margarita" de Bulgákov...

Para mí, mas allá de lo divertido que en ciernes puedan ser estos recuerdos y se desdoblen como tal en ulterior instante —impreciso perspectivamente— cuando llegue la luz mañana, aún no me bastan para impedirme enarbolar mi bandera de luto de Cuba y por Cuba hoy, el 1ro de enero del 2011. Porque el reloj de La Isla, sin cuerda ni manecillas, le hace compañía a la última hoja que cayó del calendario que, qué importa que diga 31 de diciembre del 2010, cuando en verdad es la misma, la misma, la misma, de hace cincuenta y tantos años.

El corazón se me llena de carámbanos...