JUAN MANUEL CAO hace arquitectura con las letras

A propósito de su primera novela "Te juro que soy culpable".

Entrevista con el autor y una breve radiografía de la obra.

Texto y fotografía: Pepe Forte

Publicada en el semanario TRIUNFO en septiembre/2004

Entre los periodistas, el don de la palabra se divide en dos, el de la escrita y el de la hablada. Algunos se expresan muy bien verbalmente; otros, en blanco y negro. Al selecto grupo de los virtuosos que cuentan con ambos dones pertenece Juan Manuel Cao que ahora, tras una firme trayectoria como periodista de TV, radio, prensa plana e internet, se desdobla en otra feliz dualidad: la de hacer periodismo escrito y también literatura, sin que los tintes de uno se vean en la otra, o viceversa, algo que sólo genios de las letras como Martí, Hemingway y García Márquez han logrado.
  
   El pasado jueves 9 de septiembre Cao presentó en el Teatro Tower de la Calle 8 de Miami su primera novela "Te juro que soy culpable", bajo la editorial Planeta. La sola presentación, impecable, resultó un anticipo de la calidad de la obra. La hicieron Eugenio Roca, Director Comercial de la citada casa editora, y el indispensable Alejandro Ríos, del Centro de Artes Literarias del Miami Dade College, en tanto que el acento perfecto estuvo en Gina Montaner.
  
   "Empecé a escribirla en Panamá —me comenta luego Cao en su casa al preguntarle cuándo comenzó a cocinar la novela—, recién salido de Cuba, a finales de los años 80. Lo que pasa es que cuando uno sale de Cuba tiene una asignatura pendiente, la de vivir. Y luego vinieron las ocupaciones, las responsabilidades. A mí siempre me pareció exagerado que decían que a Cirilo Villaverde le tomó 20 años escribir 'Cecilia Valdés'. Ahora lo entiendo".
  
   "Te juro que soy culpable" hacía falta, por reabordar el tema cubano, y por el hecho literario en sí.
  
   "Yo quería —explica Cao—, llevar al lector por caminos conocidos, pero de una manera distinta. Alejar al público de la idea de que estoy disparando otro panfleto político-literario, que no es un testimonio o un ensayo, ni siquiera una novela histórica. Y mucha gente temía que fuese lo mismo otra vez".
  
   Confieso que esperaba encontrarme con una prosa llena de adjetivos y con la natural influencia de otros autores. No. Las costuras ajenas no existen en la obra, más bien Cao dejará su propia marca en los que escribirán mañana. La novela donde mejor encaja es en el tono de la literatura de los últimos 30 años que se ha hecho en la América hispana. El lenguaje es una buena mezcla entre seco y poético. Tiene mucho de arquitectura "Te Juro que soy culpable": la necesaria conjugación de lo estético con lo frío de la estructura para sustentar el edificio —como la música de Pink Floyd—. El modo de decir es liviano, mas no vano. Y tiene sexo...
  
   Dice Cao: "Han visto a Faulkner en mí, por ejemplo. Te soy sincero, a Faulkner no lo he leído nunca. No ignoro que tenga influencias de mis autores favoritos pero, ¿por qué no hablar de otras influencias como la música, la pintura, el cine..?".
  
   Sólo tres personajes tiene "Te juro...". Que son como los trazos de un electrocardiograma: lineales, pero con espasmódicos e inesperados zigzagueos. Cao aborda con verdadero oficio las aristas sicológicas de la traición, de las circunstancias sin salida, del miedo, de las justificaciones para sobrevivir. Es la Cuba de los años 70. Cao de nuevo:

   "Pero todavía hay un mundo que narrar. Ahora quisiera contar la historia de Cuba desde fuera de Cuba, que  yo la he vivido, por mi profesión, con mucha intensidad".

Literariamente, la novela es resultado de alguien que lleva años escribiendo, aunque ésta sea su ópera prima.
  
   "Mi primera novela es premio del Misterio del Interior de Cuba —ironiza Cao—, ¡me premiaron con tres años de cárcel!"
  
   Pero, existencialmente, "Te juro que soy culpable" debe ser también un exorcismo de emociones para que su autor haga las paces con los fantasmas del pasado. "El problema es que yo nunca supe quién me delató, por eso mi madre vivió desconfiando de todo el mundo", recuerda.
  
   Casi un tercio de la obra es la prisión. Pero la novela no es amarga, ni siquiera dura. Sin remordimientos. Únicamente real más allá de su propia ficción y aún sin mencionar a imagine quién. Y los que sabemos que aquello era (y es) así, hallamos en ella las tibiezas del comfort zone que sólo proporciona el que nos cuenten lo que ya conocemos. Me resultó fácil identificar a Serafín y a Raúl. Pero, personalmente, más me tocó la historia de Carla, la cubanita "varada" allá —y esto es algo que conozco tan de cerca que duele—, la de la familia que "se iba" y que a la larga no pudieron hacerlo, convirtiéndose en lo adelante en seres estigmatizados, un estadío moral que hace a la vida todavía más angustiosa después que toda la barriada se entera que ese hogar tomó la decisión suprema de un cubano en La Isla. Es la primera vez que veo esto en una novela sobre el cuban affaire... y me mata de envidia no haberlo escrito yo. Lo mismo, con cómo Cao enlaza hechos aparentemente intranscendentes, el entorno de los personajes —una Habana que se cae a pedazos—, porque de esa decadencia a la cañona también se hicieron nuestras existencias allá, a fuerza de paredes despintadas y del lumínico de neón medio fundido de un cine de barrio. No es cosa de simbolismos, sino lo puramente real-no maravilloso, todo patas arriba. Como la taza de café del primer capítulo, símbolo tradicional de la cordialidad cubana... que en la novela es lo que "embarca" a Serafín y lo mete de cabeza en una celda.
  
   Junto con la magnífica "La nada cotidiana" de Zoe Valdés y la excelente autobiografía de Alina Fernández Revuelta, "Te Juro que soy culpable" decora lo mejor de la literatura en exilio del asunto cubano. Pero lo que me satisface con creces es que, más allá de nuestro drama, tiene lo que ineludiblemente exijo de todo libro: que esté bien escrito. Y esta novela puede llegar a cualquier lector como pura obra literaria aún ignorando el tiempo y lugar que protagoniza.
  
   "Quiero seguir escribiendo, disfruto la hechura de algo que tenga valor artístico —concluye Cao—. No escribo buscando dinero ni reconocimiento, sino  comunicarme con la gente".
  
   Si eso es lo que pretende Juan Manuel Cao escribiendo, con "Te juro que soy culpable" lo logró.

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