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¿Supervivirá el CHAVISMO
a CHÁVEZ?

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA
que se transmite cada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET
por WQBA 1140 AM, y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes
de 5:00pm a 6:00pm ET, por WAQI 710 AM,
en Miami, Florida, ambas emisoras de UNIVISION AMERICA

Posted on March.6/2013

Ha muerto Hugo Chávez, y ya hasta su pasado inmediato, prolijo y desbordante de especulaciones, pasado es. Ahora caen en segundo plano si de verdad murió a las 4:25 de la tarde del 5 de marzo de 2013 según anunció lloroso por la televisión el vicepresidente Nicolás Maduro (el periódico ABC dijo que en realidad había muerto ese día pero 9 horas antes). Quizás más adelante sepamos si, como citan otros, su fallecimiento “oficial” no fue más que un simple trámite de desconexión, porque un rumor asegura insistentemente que tras la severa intervención quirúrgica a que fue sometido en Cuba sufrió una recaída que le provocó muerte cerebral tan temprano como desde el 30 de diciembre del año pasado. Como los médicos cubanos no pudieron sacarlo del coma, los Castros decidieron mandarlo a morir en Venezuela. Y entonces resulta perfectamente explicable que Chávez, irreversiblemente inconsciente, fue trasladado en total secreto en la medianoche desde el Hospital Cira García hasta el aeropuerto en La Habana y aterrizó a las 2:00 am en Caracas, para evitar ser visto así. Los más desconfiados creen que incluso murió en la capital cubana. Well…

Pero la pregunta más importante de todas y que se impone ahora no es retrospectiva, sino perspectiva. ¿Supervivirá el chavismo a Chávez? Lamentablemente creemos que sí…

Y creemos también que Venezuela bajo Maduro estará peor.

Citamos a Maduro como presidente desde ya no sólo porque en la propia noche tras anunciado el deceso de Chávez el vice fue certificado presi en total violación —de nuevo— de la constitución, sino porque en las próximas elecciones él se alzará, anyways, con la presidencia de Venezuela.

Quienes creían que el actual poder venezolano dividido en la Santísima Trinidad Chavista de Maduro-Cabello-Jaua y aún en medio de una rebatiña las elecciones se dilatarían por un plazo de 90 días, se equivocan. Un compás de espera de un mes es un período de tiempo demasiado corto como para que la oposición se reorganice y le plante un candidato fuerte frente a maduro y eso es justamente que lo necesitan. De modo que Capriles Radonski —alé, alé!— es el único a mano para ello —¿otra vez, mamá?— y el ideal para que Maduro lo desguace en las urnas.

Las constituciones en regímenes de este tipo, como la cubana de 1976, no son más que partitura de una sinfonía cuyos movimientos son tocados —o ignorados— a capricho del director de orquesta y a menudo desfigurados por su batuta. ¿Quién dijo que los comunistas observan leyes? Ni siquiera las propias. Ahí está el caso del finado Oswaldo Payá Sardiñas, que al amparo de la castronstitución intentó participar en política nacional bajo sus reglas, y en réplica el gobierno lo que hizo fue irrespetar el enunciado que explotó el disidente y terminó hermetizando la carta indigna… ejem, magna.

No es cierto tampoco que en Venezuela haya habido ingobernabilidad desde el momento en que una vez reelecto Chávez pero inhabilitado para jurar y asumir el gobierno éste no haya podido ejercer oficialmente su autoridad, ni siquiera a través de una mínima manifestación de consciencia. Todo este tiempo la cúpula gobernante heredera del poder de Chávez, ha estado, aunque ilegítimamente, en control y en los controles. Vacío de poder constitucional sí es citable —y hasta palpable—, pero aquí volvemos otra vez al razonamiento de que las tiranías no están sujetas a recetas legales. Ls dictaduras ejercen y ya. Dicho más prosaica y expeditamente: hacen lo que les viene en ganas. Por eso es que Nicolás Maduro ha tenido todo este tiempo la sartén por el mango y no Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, a quien constitucionalmente cabía esa responsabilidad.

Maduro es el que está maduro para mandar en Venezuela, y Cabello, verde, como las uvas de la fábula de éstas y la zorra. O canoso o acaso calvo. Sus propios compañeros de causa lo han dejado plantado en el andén, mientras el tren del chavismo, echando humo, lo deja atrás…

Ya lo dijo Luis Aguilé: por esto y muchas cosas más, ven a mi casa esta Navidad… digo, el chavismo sobrevivirá.

El franquismo no supervivió a Franco. Claro, señor: Era una dictadura de derecha. Y además, en algún modo el franquismo se adelantó a la Perestroika: muchos de sus gestores y piezas más militantes, como Adolfo Suárez y el propio Fraga Iribarne fueron elementos cruciales para una transición, y o bien estaban interesados en ella o a ella se acoplaron cuando el generalísimo expiró.

No es eso lo que pasa en Venezuela hoy.

Incluso si comparada con Cuba, el castrismo en algún modo está en deshielo mientras que el chavismo se atrinchera.

Maduro es un radical, y no importa que tenga el carisma o la popularidad de un saguaro en esfínter. Para algo es uno de los 'perros de Napoleón' de la novela Animal Farm de George Orwell, adoctrinado en la Escuela Superior del Partido [Comunista Cubano] Ñico López, donde obtuvo su bigotito de graduado y todo, al estilo del fenotipo del fanático militantito de la UJC. Maduro es un talibán del chavismo y sabe que para compensar el verbo y gracia de su hoy extinto jefe y del que él carece, tiene que radicalizar el proceso, estalinizarse más si es posible... y lo peor es que la sociedad venezolana lo tolerará.

Maduro aprendió muy bien la lección maquiavélica en la academia lava-cerebros de La Habana: que no hay necesariamente que caer bien para detentar el poder, y que más vale ser temido que amado. Ya lleva por adelanto cara de bruto...

Es cierto que los regímenes como el de Chávez en Venezuela y de Castro en Cuba dependen del yugo, brillo y presencia del caudillo… pero hasta un punto. El gran talento de éstos es que luego de un número de capitulos crearon y echaron a andar una maquinaria que opera sola, y muy eficientemente. Ese motor hace rato que ya está haciendo ruido en Venezuela, y Maduro será el que gobernará sus palancas.

Por otro lado, ahí está la perniciosa polarización de la sociedad. Ha pasado en Cuba a lo largo de 50 años y, lo peor, mucho antes de llegar a tal distancia. Para 1968, por citar sólo una de las yardas importantes de la Revolución, la llamada Ofensiva Revolucionaria, la nación ya estaba divida en dos, entre los furibundos partidarios del sistema, y los estigmatizados, acosados y acorralados desafectos, cuya única opción —y muy dolorosa y trabajosamente por cierto— era la diáspora. Que se prepare la ciudad de El Doral en el área de Miami en la Florida, que posiblemente el gran exilio venezolano comenzará ahora...

Los 'revolucionarios' existen en Venezuela, y como el Cuerpo de Voluntarios en La Habana de la colonia, la calle es de ellos.

¿Y Cuba, dónde está ahora? Hmmm, también cabría preguntar qué de la Venezuela sin Chávez respecto de Cuba.

Maduro es, para lo que queda del castrismo que hoy podríamos llamar tristemente “clásico” todavía en manos de Raúl, y el reciclado del futuro relativamente inmediato a lo modelo chino, lo que en La Habana identificarían como "nuestro hombre en Caracas”, parodiando a Graham Greene. Y hasta —escalofríos medulares mediantes— sentimos un especie de déjà vu caraqueño tipo 1958…

Todavía hoy, Caracas y La Habana se necesitan mutuamente, aunque tal vez no a partes iguales. La Habana necesita petróleo y, como Napoleón, dinero, dinero y más dinero; Caracas, todavía por un tiempo, de la rectoría y la experiencia ideológica de La Habana, para rociar desde Venezuela el elíxir izquierdizante que energiza y cohesiona a Correa, a Morales, a Humala, y a la Kirshner... y a los que estén por venir de esa novena roja de pelota. Este bloque no juega a “la gata parida” en el sofá, sino por el contrario: lo que persigue es más inclusiones y un crecimiento celular y en cadena de su cofradía ideológica y práctica. Desde luego, en términos de supervivencia material, La Habana está más en falta: Venezuela fue el reemplazo de la extinta Unión Soviética como la dedicada teta amamantadora que alimentó a Castro y su proyecto por décadas.

Estos factores son el abono suficiente para que el chavismo no sólo sobrevuele la muerte de su fundador sino que prospere y florezca con inusitada fuerza.

A los que sueñan con otra cosa, no les quedará más que exclamar cabizbajos, ¡pobre Venezuela! (llevarse las manos a la cabeza podría consolar un poco, porque ni rezar vale ya).

Un proceso electoral, aún transparente y sin fraude, no será lo que saque de circulación al chavismo en una Venezuela postchávez. ¿Sabemos en realidad si hay más chavistas en Venezuela que no? Es probable que sí, que haya más, y entonces simplemente la fuerza de la Matemática dictaría el resultado de las urnas... sin necesidad de Fraude. Y siempre podemos mandar a Carter o a Clinton para que validen los resultados.

No importa cuán dura se vuelva la vida ciudadana del día a día en Venezuela bajo los rigores maduristas. Si de hambre, carencias y maltratos se tratase, entonces la primera gran rebelión popular de la humanidad habría tenido lugar al pie de las pirámides y siglos después ni siquiera hubiese existido Espartaco en la Roma esclavista y disoluta. Es por eso que todavía hoy en pleno 2013, a más de medio siglo de Revolución Cubana, las fanáticas ancianitas cubanas partidarias del castrismo gritan al sol en la fila del pan, con las axilas sin rasurar y las pantaletas llenas de hoyos, “¡pa’ lo que sea, Fidel, pa’ lo que sea!”. Lo inventó Stalin, señores, con su explicación de la gallina desplumada…

Muchas de las cosas que apenas esbozadas por Chávez como tímida amenaza en una de sus arengas tanta gente dijo, no, no podrá hacer eso en Venezuela... las hizo. ¿Por qué Maduro no?

A lo largo de 14 años de Chávez, y ahora sin él, sólo dos remedios hubiesen podido o podrían sacarlo a él o a su legado de en medio: una desnoriegante invasión norteamericana, o un golpe del ejército venezolano. Pero el 1973 de Chile o el 1989 de Panamá hoy son tan imposibles como la quimera que más. El 73 santiaguino es inviable porque el ejército venezolano ha sido conquistado con mimos materiales de todo tipo que le han convertido en acólito faldero del chavismo, y el 89 panameño porque, caramba, además de políticamente incorrecto, es irrepetible: como dice el chiste, la Venezuela chavista no le ha dado una buena patada por el trasero a los Estados Unidos. En dos palabras, Caracas puede echar incluso al embajador norteamericano y decirle justo al pie de la escalerilla del avión hasta almamía, pero —importante— nótese que no toca el petróleo…

Y, de todas maneras, Truman, Johnson y Reagan son ceniza, mientras que las más recientes históricamente hablando recetas del viejo Bush, el H, se perdieron de la despensa de la Casa Blanca.

Así, volvemos —y qué triste— con la misma cantilena: el chavismo supervive a Chávez.

En cuanto al difunto comandante, según la vocación cristiana de cada quien, podría dedicársele un compasivo ‘que en paz descanse’. Y respetar el dolor de su familia. ¿Por qué no? Bastante tiene ésta ya con que la desgracia de que le cayó en su seno semejante ser. Pero por lo demás, ni una lágrima. Hugo Chávez Frías fue un golpista y un dictador. Un hombre vulgar en sus discursos y su conducta, desmedida y groseramente populista, irrespetuoso, desconocedor de los vuelos que impone ser un estadista —claro, si no lo fue…—, compinche de las peores y más preocupantes 'presidencias' de los albores del Siglo XXI, que destrozó la economía nacional, que socavó la democracia y quebró la sociedad civil. Tuvo, tiene y tendrá seguidores, es cierto. Cómo no; los masoquistas existen… y los ignorantes también. ¿Cuántos años tiene la frase “que vivan las cadenas”? Pero este es su retrato. Y hoy que se ha ido físicamente de este mundo, cualquier epitafio elogioso sobre su tumba será, por lo menos —y para empezar— no otra cosa que un buen chiste.