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En su 84 cumpleaños

Carta abierta a FIDEL CASTRO

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com
Posted on Aug.13/2010

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Malquerido Fide (o Fifo, como te decía Reynaldo Arenas, si te place más):

¡Hoy es tu cumpleaños! Viernes 13... muy apropiado tratándose de ti. 84 cumples, cuando creí que para entonces estarías más muerto que Caín, sobre todo porque recientemente por meses no supimos de tus andares como no fuese por las ¿“reflexiones”?, que creí que te las escribía otro que imitaba con tino merecedor de un Oscar tus incoherencias de aviesa senectud. Lo que más me revienta de ti es que a menudo me haces quedar taaaaaan mal...

Ahora entiendo el por qué de tu más reciente nombrete en Cuba, “El Fantasma”: porque tienes apariciones. Ya no me queda más remedio que dar por ciertos los rumores —como casi siempre lo son en La Isla— de que se gastaron millones de dólares en células madre adquiridas en Europa, que te implantaron con la acuciosidad del ajedrecista, lo cual explica tu recuperación. Como no puedo menos que felicitarte, viejo, primero déjame flagelarme con el aparatico que da patadas por el trasero…

Tu vocación histórica de salmón, de nadar contra la corriente, otra vez te ha hecho ganarle a los reveses que te persiguen —ahora de la salud—, arrebatándole el jaque mate a la muerte que a tus espaldas se relamía, aunque en este empeño por salvarte, más que el tuyo propio por ganarle el partido a la pelona, se afanaran con el esmero de pajes lisonjeros los que todavía creen que les llevará al Cielo momificarte en vida. De todos modos no me sorprende que como el Ave Fénix, resurjas de tus propias hemorragias.

Tu existencia se basa en el fracaso sostenido, por eso lo conoces y lo manejas tan bien. Mira si no: Estabas frustrado con tus padres; te mandaron a un colegio que odiabas y cuando se lo dijiste, te ignoraron; te regalaron por dos Navidades consecutivas una cursi cornetita roja de cartón y hojalata que nunca le pediste a Melchor —eso se lo confesaste primero a Carlos Franqui, aunque después le hiciste creer a la gente que se lo dijiste a Frei Beto—; sacabas malas notas en la universidad que luego —qué remedio— modificabas a punta de pistola; no pudiste ser presidente de la FEU, y dicen que fallaste en matar de un tiro a no sé quién de lo cagado que estabas. Después de —como decían en tu época—, recibirte de abogado, casi ni ejerciste; te buscaste un casito —el de la barriada marginal de La Dionisia—, que perdiste, y con el desastre del puesto de ostiones en tu prontuario empresarial regresaste a tu pose predilecta, la de mantenido por papá —que te compró un Lincoln blanco… well, no todo es adversidades—, conducta que luego explotaste a niveles estratosféricos de la mano de Brezhnev, a cuyo feudo dejaste más pelado que un pilmieni por fuera.

Supongo que como en La Habana ningún bufete de abogados querría saber de ti por los años 40 y 50, se te metió en la cabeza protagonizar el asalto al Moncada, igualmente fallido… y que más tarde convertiste en fiesta nacional… ¡Napoleón celebrando su Waterloo!

Continuando con tu rosario de desastres, tu desembarco del Granma luego fue un naufragio —no me mires con esa cara que lo has dicho tú mismo un paquetón de veces—, y si terminaste ganando tu guerrita montañera con el fusil de mirilla telescópica es porque Batista se fue y te la puso en bandeja de plata. Ahí tienes otra: el mulato se te escapó (aunque esta vez te dejó por detrás el diamante del Capitolio). Y cuando años después, en 1973 le encargaste a tu hitman de confianza, Tony de La Guardia, que lo secuestrara en España, el tipo, nada más que por joder, se te muere de un infarto la víspera. Carijo, que no pones una...

Ya en el poder, pudiste darte gusto en grande en tus derrotas personales: Los rusos te pegaron los cuernos con los americanos en el asunto de los cohetes, te destarraste sistemáticamente en todas y cada una de tus demenciales campañas económicas como la siembra de arroz en la Ciénaga de Zapata; la cosecha de gandul —¡qué gandío!—; la planetaria de pangola —pa’ Angola mandaste a la muerte a miles de cubanos… ¡vayá, que en eso sí tuviste éxito!— el Cordón Cafetalero de La Habana; la vaca F1, divina ella, que iba a dar más carne y más leche que la Venus de Willendorf y ¡oh! —how could I forget?—, ¡la puñetera Zafra de los 10 Millones! De la embajada del Perú ni te digo, que pensaste que entrarían cuatro gatos y resultó en que si no mandas a parar, se te va el país entero. Y de Bahía de Cochinos... mira, mejor no cantes tanta victoria, que ése fue un chiripazo: si no llega a ser por Kennedy, hace rato que habrías cantado El Manisero.

Como ves, eres una calamidad. Ya no me queda duda de que en una vida anterior fuiste el jefe constructor de la Torre de Pisa. Coño, que todavía va y te tengo lástima…

Y no olvides que cuando más disfrutabas de tus tabacones Cohiba, hechos ad hoc para ti, tu médico de cabecera te prohibió fumar. Te pusiste de lo más cascarrabias y, grrrrrr!, para disipar tu rabieta, te dio por fusilar a tus mejores amigos. Qué terrible debe ser vivir como tú, encabronado todo el tiempo...

Por eso, con ese resquemor tuyo que ya es genético en ti, a más de medio siglo de tu reinado de Señor de Las Moscas, si te murieras hoy, dejarías como legado una nación arrasada como por una bomba atómica invisible pero de detonación perenne en Do mayor. Lo mismo material que moralmente… chazzzz, hasta el cogollo!, lo que queda del país próspero que tomaste en tus manos en 1959 son ruinas tan aniquiladas que ni humo sale de ellas. Cuba está para demoler. Después de ti ni el diluvio, como le dijiste ufano al negrito Shaw hace como 10 años. Y todavía hay quien se asombra de que seas el sociópata perfecto, el escalón más alto del resentido.

Sin embargo, a pesar de los pesares, aún cuentas con una claque patética y kafkiana, las viejas presidentas del comité —especialmente (he notado) no sé por qué, las que no se rasuran las axilas— que hablan de ti con la emoción con que se hace de un héroe... en la fila del pan (¡Aquí lo que tenemos es Fidel!, suelen exclamar cuasi histéricas en el clímax de la convicción cuando las abordan las cámaras de los medios noticiosos nacionales o extranjeros). No las soslayes, que incluso sin desayunar, ellas son tus más genuinas fans. Agradéceles —hombre, ya sé que te cuesta trabajo—, que acaso cuando se bañan con balde —¿y paleta?— con agua tibia en la tardes calentada en el reverbero de latica, como colegialas passe procuran orgasmos inalcanzables a espaldas de su maridos, a costillas de tu imagen cada vez más desvaneciente de cuando bajaste mugriento, sudoroso y patilludo pero gallardo, de la Sierra.

Hay quienes insisten en demeritar o restarle importancia a estas fulguraciones ya más frecuentes que esporádicas de tu anatomía octogenaria. Fíjate que yo no. Para verte como te vimos —¿te acuerdas de aquella escena tuya saliendo del elevador, todo tieso como un muñecón de carnaval?— estás regio, tío… qué te digo. Ya sé que usas el camisón por fuera para ocultar la bolsa de la mierda —si se te terminan, avísame, que tengo en casa un cajón desbordante con las de descartes del Sedano’s—, pero por ahí andas de nuevo —¡qué visionario Chávez que lo había revelado muuuuucho antes, que correteabas hecho un trinquete por los campos y ciudades..!—, sermoneando por igual a toletes y a decanos, y arrobando a Randy Alonso… ¡que hasta embellece cuando te sonríe! Para colmo de tus satisfacciones, acaso ni necesites ya las bolsas al costado, porque tus cirujanos, hacendosos y diligentes como chinos en penitencia, lograron la proeza de rehabilitar tu culo desahuciado (ya sabía yo que los supositorios de PPG no eran una buena idea). Pero, bueno, de esta reparación de caño en realidad me alegro, porque so pena de tu indigna herida en el costado, serías hasta capaz de compararte con el mismísimo Jesús. Megalomanito que eres...

Mientras yo, tengo hasta ganas de llorar. Te apareces en la tele y el velorio de Olga Guillot, como los albañiles cuando se acabó la mezcla, se va al carajo. Opacas la sonoridad del destierro de los verdaderos patriotas cubanos —los opositores y disidentes— y le das leña al fuego de quienes aseguran que nunca dejaste de tomar las decisiones, y que en realidad Raúl no gobierna, sino que ejerce su vocación innata de mequetrefe —por si fuera poco, alcoholizado.

Aunque en la televisión de por acá nos esmeramos en escoger el segundo en que tartamudeas como Porky Pig —¡qué ganas tengo de oirte decir that's all, folks!— o en el que te quedas en blanco como el doble ídem del dominó —por cierto, ahora me doy cuenta de que no te hemos visto babear—, sin duda estás más alerta, ha mejorado la velocidad de tu labia y te contemplamos perplejos caminando y de pie tras un podio —aunque aferrado a éste como salamandra frente a la ventolera; me gustaría que la CIA te mandara una mortificante mosquita de control remoto a ver qué pasa— erguidito como en los tiempos de gloria del Comandante Andarín y Sabelotodo en Jefe. Para rematar, te apareciste en la Asamblea Nacional —a hablar de temas internacionales, que Cuba te importa un pepino— y hasta has lucido una camisa verde oliva, sin grados —no importa… aunque desconocemos si en pantuflas— como en la era de tus epopeyas de cartón.

Y yo, que me hacía la ilusión de que las toneladas de Interferón que te tragaste eran como el romerillo del chiste de Álvarez Guedes...

Que luces viejo, flaco, orejón y destartalado, bueno, es verdad... pero qué más pedir para 84 inviernos y no sé cuántas botellas de anestesia. Y cuando hablas y se te ve la dentadura inferior, parece como que acabaras de beberte un pote de tinta —ojalá—, pero para el caso, ahí vas tirando.

Le has dado un golpe de estado a tu hermanito, el general pusilánime, al que le quitas de un tirón la maruga del poder que tú mismo le entregaste el día de tu cagazón inolvidable. Pobrecito... debe andar mariconil por ahí, como siempre, lloriqueando por los rincones —¿por qué diablos mejor no se manda a hacer un uniforme rosado con estrellas violeta?

Dicen algunos que tu vuelta es de postalita. Pero cuando descartas la liberación del ciudadano norteamericano acusado falsamente de espionaje en Cuba y le prometes a los familiares de tus cinco bribones presos en Estados Unidos que regresarán al país antes de fin de año (…by the way, si los quieres tanto, ¿por qué no te declaras en huelga de hambre por su excarcelación como hizo Fariñas?), estás demostrando que todavía usas el índice. Y, para variar, cuando abres lo boca no lo haces —como ya dijimos— para ocuparte de las necesidades de La Isla sino que, apocalíptico como siempre, miras hacia fuera y vaticinas la inminencia de un descojonamiento atómico nuclear, global —¿no será que le estás dando cuerda a Ahmadinejad como hiciste con Khrushchev hace casi 50 años? Y, ¡ah! antes de que se olvide, qué patético ver cómo Elián se derrite por ti, después que lo jodiste.

Cada día que pasa en que tú vives es como un grado más de fiebre para un paciente de neumonía, 24 horas más para la sangría de Cuba, y a la larga, más tiempo para que ésta se recupere cuando te hayas ido. Tus años de vida son directamente proporcionales al daño que le haces a la nación. Y tus fracasos se los pasas a ella...

Aunque me dicen que esta resurrección tuya es pasajera —qué consuelo— y que no es tan trascendente como pretendo en su perniciosa esencia de set back, como citaba Hemingway y parodiándolo: tu existencia me disminuye. Tu regreso, aún forzadamente caricaturesco, me hace perder la confianza en las botánicas de Miami, me llena el hígado de cruces y sacas lo peor de mí al desearte que te atragantes con el próximo puré de malangas saborizado con langosta. Hasta soez me vuelves, a riesgo de que se me escape una indecencia en el micrófono un día de éstos tal cual acabo de escribirlas aquí.

Hasta cuándo vas a seguir jodiendo... ni puta idea. Pero tu cumpleaños maldito no lo voy a celebrar… ni los que te queden por vivir, tampoco. Y la verdad es que con tantos fiascos, ni tú mismo deberías hacerlo. Pero una cosa si está clara: que quieres seguir en esta vida dale que dale. ¿Estás seguro que de tu partida de nacimiento no ha sido ignorado el nombre de Fausto..?

Recibe de mi parte en tu día, con toda la dedicación de que soy capaz... puñaladas, tiros y bombazos…

P.F.

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