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Tras la visita de Moratinos... ¿quién ganó?

Guillermo Fariñas depone su huelga de hambre tras el anuncio del gobierno cubano de la liberación de algunos presos de consciencia, a consecuencia de la visita de Miguel Ángel Moratinos a La Habana. ¿Significa ello que la dictadura ha bajado la cabeza y cedido ante la presión internacional? ¿Quién realmente ha ganado... la oposición o la tiranía? Cuba parece comprar tiempo.

Al extraer el catéter de la yugular de Fariñas... se lo introdujeron a la dictadura...

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com
Posted on Saturday, July 10/2010

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Tras la reciente vorágine de acontecimientos políticos ocurridos en La Habana, a la pregunta de quién ganó, si la dictadura o la disidencia, la respuesta mayoritaria de los medios de prensa, los analistas políticos y los detractores de la tiranía cubana —incluidos algunos acólitos moderados— dicen que el triunfo corresponde a la oposición en La Isla. ¿Es esta la respuesta acertada? Antes de responderla, pongamos en contexto las circunstacias y recordemos los hechos.

Tras ciento treinta y tantos días en huelga de hambre y sed, alimentado sólo por vía intravenosa, el disidente cubano Guillermo Fariñas depuso su acto de rebeldía en reclamo de la liberación de 26 prisioneros de consciencia del país en precarias condiciones de salud. La huelga de Fariñas se enmarca en la estela de la muerte de otro opositor, Orlando Zapata Tamayo, ocurrida a consecuencia de la misma actitud, y que tuvo gran repercusión internacional. La inflexibilidad del gobierno de los Castro no sólo ignoró las exigencias de Fariñas, sino que arreció la represión interna, manifiesta sobre todo contra las Damas de Blanco, esposas que en pacífica marcha dominical solicitan la libertad de sus esposos, presos políticos encarcelados hace 7 años durante al llamada Primavera Negra. En las horas previas al viernes 9 de julio corrían rumores de la prontitud de la muerte de Fariñas, cuyo organismo depauperado, ya no resistía más. Entonces se anuncia desde la capital cubana que como resultado de la visita del canciller español Miguel Ángel Moratinos, con la intercesión de la Iglesia Católica Cubana, el gobierno comunista liberaría a 5 prisioneros —sospechosa coincidencia con igual números de espías cubanos presos en Estados Unidos y cuya libertad Castro exige—, y que en un plazo de 4 meses lo haría con el resto de los otros casi 50. Fariñas, sobre todo a pedidos de sus hermanos de la oposición, cancela su huelga…

A este conjunto de situaciones es lo que muchos han visto como una victoria de la resistencia cubana y una claudicación de la dictadura castrista.

¿Lo es? No exactamente.

Se ha dicho incluso que es la primera vez que los hermanos Castro se ponen de rodillas. Es cierto que la presión internacional ha sido mucha y que la oposición cubana ha ganado terreno y estatura. Y que la tiranía cubana ya no es —ya no lo puede ser— lo feroz, lo fuerte, lo inflexible que era hace 30 años. Pero en el pasado Castro obsequió cual souveniers sui generis made in Cuba presos a Jesse Jackson, a Miterrand y a otras personalidades notables de corte mundial.

A nivel humano, se ha salvado la valiosa vida de Fariñas, un hombre que necesita vivo el futuro de Cuba, aún siendo éste todavía quimérico. Pero estamos bajo los efectos de una euforia que, como la tinta de calamar, nubla la verdadera esencia de la jugada del gobierno cubano.

El mundo justo y noble, el gran universo del exilio cubano y las fuerzas opositoras dentro de La Isla se sienten felices por la liberación de entrada de 5 prisioneros políticos. ¿Liberados? De nuevo: tampoco exactamente. Son desterrados a España, y aunque el gobierno cubano, en ademán inusual ha prometido que pueden viajar con sus familias, conservar sus propiedades (¿?) en el país e incuso volver, las autoridades totalitarias saben muy bien que el sacarlos de Cuba, a tenor de las circunstancias —están enfermos, hambrientos, agotados…— podría diluir su ulterior participación en la batalla ilegal por la democratización de la nación. Por otra parte, la dictadura compra tiempo: cuatro meses para liberar al resto de los presos políticos. Cuatro meses en los que bajo cualquier pretexto, fundado o inventado por el propio gobierno, éste podría maniobrar, y la agenda de excarcelación sería desfigurada o simplemente cancelada. El gobierno de Fidel Castro y ahora de sus herederos designados por él mismo, como el alacrán de la fábula que cruza el río a lomos del elefante, lleva en su naturaleza el irrespetar promesas. Eso, sin contar que en la terrible cuenta bancaria que es del presidio político cubano, ese gobierno compensa las extracciones en cuanto se le antoja con nuevos depósitos de almas...

Es toda una fatalidad para la causa de la libertad cubana la gestión de Miguel Ángel Moratinos justo ahora. Moratinos es el antídoto a una crisis, acaso la más aguda que el gobierno cubano ha sufrido en los últimos tiempos, y por ende su mediación es una llamada al 911. A pesar de su protagonismo en franco mutis no sólo del actual gobierno socialista español de José Luis Zapatero, sino de la Unión Europea, con su entrada en escena a lo sending the clowns Moratinos conduce a última hora por lo menos a un replanteamiento nominal si no efectivo de la Posición Común de la UE, con probable cambio ulterior de pose. No hay dudas que Moratinos se mueve por motivaciones ideológicas que aproximan su corazón a la llamada Revolución Cubana, pero también —para un cóctel fatal para Cuba—, es el peón capital para el sostenimiento del status quo de La Habana, CRUCIAL para los comerciantes españoles que tienen grandes intereses económicos en la mayor de las Antillas, sobre todo en la industria turística y hotelera. Moratinos es el cabildero perfecto para tales propósitos, especialmente por la coyuntura política de que el próximo gobierno español será el del PP, bajo cuyo mandato se le haría íncomodo —y paradójicamente a la vez conveniente— enfrentar tales presiones —“fueron los otros, no nosotros…”— .

Claro que también Moratinos podría no ser lo que parece, sino sólo un decoy. La iniciativa y el timing de todo pudiese ser exclusivamente de la autoría de la dictadura a la que, como no le conviene dar el primer paso porque ello pintaría una imagen de flaqueza de sí misma, convoca al canciller español —y a la Iglesia cubana— para aparentar que el pedido proviene de estas partes y que Cuba es capaz de prestar oídos a otros argumentos y en consecuencia proyectarse civilizadamente. Todo lo cual, de ser cierto, no excluye a Moratinos de ser juzgado por la historia con el rasero de la miseria espiritual por darle aerosol a una dictadura moribunda, máxime cuando él es ciudadano de un país que sufrió una...

¡Qué foto tan apropiada! Moratinos y Raúl Castro se saludan muy a gusto ante un bosque de helechos... la vegetación típica de la era de los dinosaurios!

La Iglesia Católica Cubana también se alza con lo que le conviene y favorece, mientras que en una mezcla de humilde mansedumbre y gallardía recibe su manto de gloria. Destaca su gestión humana —en realidad, queda bien con Dios y con el Diablo—, auspiciando “tablas” en un asunto político sin dejarse rozar siquiera por la pátina de éste. Como Pilatos, y sin tener que lavarse las manos para dictar sentencia —cosa que no hace— el cardenal Jaime Ortega y Alamino, con su perenne sonrisa enigmática de niño grande sale bien parado ante la opinión pública al proyectar interés y participar en el conflicto como emoliente, no como colágeno, si acaso cabe el símil. Al funcionar más como vocero que como interlocutor, el clero cubano se vale del tercer acto de la obra para ejecutar la eterna encomienda de más de 2 mil años de mantener clavada in situ la tambalente banderita territorial que el Vaticano necesita allí, mientras subraya su papel protagónico en la escena “civil” cubana con ropajes de moderada independencia y —¡bingo!— acalla al exigente exilio cubano que siempre le reclama y le pide más.

Las relativas concesiones del cazurro gobierno cubano también obligan a las Damas de Blanco no a reconfigurar su espina dorsal… sino incluso a cesar en su caminata. Esto es, autoabolirse. Nunca estarán más en peligro de acoso y atropellos por parte del “pueblo airado” y también de encarcelación perspectiva que si persisten en marchar por las calles de la capital y de otras ciudades del país después de liberados sus esposos. Las Damas de Blanco son sinónimo de defensa de causas nobles y ciudadanas, y representan uno de los eslabones de la incipiente en tanto que proscripta sociedad civil cubana. Pero el gobierno comunista usará habilidosamente en su contra su propio perfil que, justamente por restringido, es el que se han visto forzados a tolerar. Mas ahora, cambiadas las circunstancias —¡hemos soltado a sus maridos!—, aludirá que carecen de razón para manifestarse. Si Las Damas de Blanco perseveran en andar en reclamo de nuevas justicias inaplazables —incluso la libertad de otros presos políticos que no sean sus cónyuges—, será una porfía que las autoridades no aguantará, y no tardarán en desacreditarlas presentándolas entonces como un partido político en ciernes. La izquierda unida del mundo contemporáneo hará el resto. La prensa convocará el presupuesto de lo “políticamente correcto”, y el reconocimiento moral y los galardones del decoro como el Premio Nobel de la Paz, Zhajarov, etc., o sus probables nominaciones a estas respetables mujeres, irán a parar al anaquel del olvido, mientras aumenta el número de yardas entre ellas y las Abuelas de la Plaza de Mayo.

¿Y Fariñas? Por razones de humanidad, pocos periodistas —probablemente ninguno— medios, analistas o políticos se atreverían a trazar una relación directa entre la eventual caída del régimen cubano y la muerte del disidente.

La supervivencia de Guillermo Fariñas oxigena a la dictadura; la cancelación de su huelga de hambre saca de su gravedad a la tiranía y es proporcional en reanimación al primer vaso de agua que recibió el cuerpo del huelguista. Al extraer el catéter de la yugular de Fariñas... se lo introdujeron a la dictadura.

La muerte de Fariñas a consecuencia de la huelga de hambre ante la negativa del gobierno de Cuba de complacer sus pedidos no significaría el fin ipso facto del régimen, pero sí habría recrudecido su desmoralización hasta un punto de anhelada irreversibilidad. La muerte de Fariñas era el pasaporte de la tiranía con visado al hospicio. Su supervivencia, una moratoria al coma. El trecho que separa al Fariñas héroe del Fariñas mártir, es el mismo que media entre el más inmediato final del castrismo y un extrabono de existencia. Un argumento tan duro como tan simple… pero veraz, real y acertado.

Con Dios delante… también queremos que Fariñas viva.

No dudamos que el gobierno de Cuba haya contado con un equipo de médicos destinado a seguir atentamente, con la minuciosa dedicación del Dr. Kevorkian, el declive de Fariñas para estirar y estirar el tiempo hasta el clímax y, cuando la muerte estuviese a las puertas —cuya inminencia aparentemente patentizó hace apenas horas—… volverse a Raúl Castro y decirle, “General, es hora de llamar a Moratinos” (mentes más proceces pensarán que fue Fidel Castro quien dijo, "¡ahora!").

Con todo este análisis, repetimos la pregunta del encabezamiento: ¿Quién ganó?

Lo que consideramos como magros resultados para proveer de justicia a los hombres y mujeres más valiosos de Cuba, son contrapesos que todavía inclinan la balanza a favor del gobierno tiránico, aún admitiendo que éste haya cedido.

¿Motivos de celebración para quienes desean ver una Cuba libre y democrática? Sí, claro que sí también. Y el triunfo es expeditamente atribuible a Orlando Zapata Tamayo; su inmolación puso sobre la mesa la crueldad de una tiranía cuya existencia es una escatológica afrenta moral al tercer milenio. Y a la receta de este excelso plato de pureza de la nación cubana hay que agregar el sacrificio de un patriota de pies a cabeza como lo es Guillermo Fariñas, y el vibrante aderezo de la valentía de Las Damas de Blanco, todos dentro el gran caldo de dignidades que significan en términos generales la disidencia y la oposición cubanas.

No se trata de ser aguafiestas ni de enfocar estos sucesos desde una perspectiva derrotista, en los que luego —o ya— se dará un baño de rosa la dictadura. De todas maneras incluso ella misma habrá de admitir que en algún modo bajó la cabeza. Y estamos de acuerdo en que es una realidad de satisfacción inconmensurable que estos hombres recuperen su libertad para los propósitos a los que cada uno de ellos dedicará el resto de sus propias existencias: a reencontrarse con sus familias y a reconstruir la vida de cada cual, y/o a seguir batallando por Cuba, dentro o fuera de ella con la acción del pensamiento, sin la violencia como han hecho, lo que precisamente subraya la villanía de sus respectivas condenas. Pero hay muchos asteriscos… entre ellos, que el Dr. Oscar Elías Bicet no aparece en la lista de los presos a liberar (a pesar de que este verbo no nos encaja).

Por eso creemos que la movida con resultados mediatizados a través del rol de Moratinos es en parte decepcionante.. y hasta fatídico. Excarcelación como tal —insistimos— no hay, sino destierro. Y lo que en realidad debió ocurrir, una AMNISTÍA TOTAL E INCONDICIONAL —llamemos a las cosas por su nombre—, no protagoniza este capítulo de una agonía de medio siglo, del que llegamos a pensar que por lo menos sería el penúltimo…

¿A cuántas páginas estamos todavía del epílogo?

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