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Los amados ROUTEMASTERS están desapareciendo...
por Pepe Forte/Editor de ifriedegg.com • Conductor del programa radial semanal sobre automóviles AUTOMANIA, y EL ATICO DE PEPE, diario, ambos por WQBA 1140 AM de UNIVISION RADIO • Miembro fundador de SAMA • Escrito en enero del 2008 • Todas las fotos son del autor, tomadas en la última semana de diciembre del 2007.
<<Haga click aquí si desea leer artículo sobre los autobuses Leyland en La Habana>>

Los famosos autobuses de dos pisos de Londres, junto con las típicas cabinas telefónicas y los buzones del Correos Real, integran la célebre tríada de objetos fijos o rodantes color rojo fuego que decoran a la capital británica, pero a diferencia de los otros dos, les ha tocado la de perder... porque están desapareciendo.


Tras haber sido durante media centuria actores en la escena de una de las ciudades más cautivadoras del mundo, los double-deckers, en extinción, acaso prevalezcan como vehículos destinados al turismo. Y ésa es la última esperanza de los nostálgicos visitantes y de los residentes tradicionalistas, que no se resignan a decirle good-bye a un elemento tan representativo de la urbe, como los taxis negros, el Big Ben y el Tower Bridge. En el 2005, una severa ordenanza local —a la que precedieron otras más pálidas— selló su destino, dictando su remoción del sistema de transporte colectivo y poniendo punto final a una historia que arranca en los años 50 del siglo XX.

Fue en 1954
Aunque algunos historiadores hablan de 1947, fue 1954 "el año oficial" en que los autobuses Routemaster, tras ser exhibidos por primera vez ese año en el Commercial Motor Show en el Earl's Court, comenzaron a rodar por las calles y avenidas londinenses. El propósito de su entrada en circulación era sustituir a los trolebuses de la capital.

Los primeros fueron ensamblados en los talleres London Transport, en Chiswick —hoy demolidos—, y en los AEC de Southall. Desarrollados por Douglas Scott y Colin Curtis, llevaban motores Leyland, un fabricante de larga presencia y gran reputación en el mundo de los omnibuses. A pesar de que básicamente entre 1954 y 1968 fueron producidos por diferentes fuentes, dotados de distintas motorizaciones y sufrieron modificaciones bajo diversas designaciones, sólo los expertos y quienes estuvieron relacionados directamente con ellos —conductores, cobradores, mecánicos, etc.— perciben las diferencias, mientras que para los turistas y acaso a los ingleses profanos, se trata de un solo modelo que funde los rasgos de todos.

La ruta 15 y la 9 son dos de las supervivientes basadas en los Routemasters históricos, y ya se creía en las Navidades del 2007 que también estaban en vías de extinción.
Eso sí, el Routemaster emblemático, además de su color rojo característico, exhibe morro prolongado como un camión, tiene una sola puerta —trasera y siempre abierta— desde la que se prolonga la escalera a arriba, y lleva un cobrador (en inglés “conductor”), que con inconfundible acento británico vocea las paradas.
Los Routemaster también se manifiestan en todo tipo de souvenir para los turistas. Compramos y nos trajimos a casa una de estas teteras en su forma y color.


Cómo son los Routemasters

Los Routemasters eran muy avanzados para su época. La casta inicial contaba con una carrocería de aleación ligera capaz de tolerar 64 asientos y que, paradójicamente, pesaba menos que otros viejos autobuses de 56 pasajeros. El uso del aluminio para los aviones militares en la Segunda Guerra Mundial benefició el desarrollo de los RM, que difieren de los modelos precedentes en su construcción integral carente de chasis. El motor iba montado delante. Otras novedades incluían suspensión independiente, dirección y frenos hidráulicos, y transmisión semi-automática. En 1961 llegó la serie RML, mejorada en 1965, que encarna el ícono del más auténtico Routemaster. Pesaba unas 7 toneladas, medía 30 pies de largo, 8 de ancho y 14 de altura, y podía sentar 72 pasajeros (32 abajo; 40 arriba). Estaba animado por un motor Leyland de 6 cilindros en línea de 9.6 litros y capaz de producir 115hp, acoplado a transmisión semi-automática de 4 velocidades.

El célebre RML o Routemaster Leyland contaba con la puerta trasera abierta desde la que se extendía la escalera arriba. Junto a ella se abría un pequeño espacio que permitía al cobrador pararse allí para ponchar los boletos a los pasajeros, y velar por su seguridad al subir y bajar la escalera, y al abordar y abandonar el vehículo. Todo ello sin obstruir su paso, mientras que desde ese punto podía ser escuchado en las dos plataformas cuando anunciaba la próxima parada. Un espejo cóncavo, grande y redondo, tornillado al techo interior justo donde desemboca la escalera en el piso de superior, permitía ver desde abajo o desde arriba si un pasajero subía o bajaba. El chofer quedaba enclaustrado en su propia cabina, separada de la de pasajeros, y entraba y salía de ella por una pequeña portezuela lateral que exigía una contorsión casi acrobática.
¡Ahí viene uno de la ruta 9 en las cercanías de Picadilly..!

Las 2876 unidades construidas en las 7 series entre el 54 y el 68, bajo la vasta nomenclatura de designaciones RMA, RMC, RMF, RML y alguna otra, sufrieron una evolución. Los cambios, entre otros, fueron: la parrilla y luces delanteras, la banderola y las ventanillas frontales y traseras superiores. También, modificaciones de índole mecánica. Cuando en 1962 entró en servicio la Green Line (la Línea Verde, con autobuses de ese color y no rojos), ésta contó con la edición RMC (Routemaster Coach), que estrenó suspensión de aire, puertas eléctricas, iluminación interior fluorescente, luces delanteras dobles y anaqueles para equipaje. En 1966 llegó la serie FRM1, de entrada delantera con motor trasero.

Muchos de ellos, ya jubilados de las rutas, se emplean para fiestas y eventos.

Hay que recordar que junto con las rutas de Londres, el otro gran cliente de los Routemster fue la aerolínea británica BEA. Los RM de BEA, aunque más cortos —27 pies— poseían empero motores AEC más grandes —de 11 litros—, alcanzaban las 70 mph y solían tirar de un vagón de equipaje. Curiosamente, fue la British European Airways la primera que empezó a deshacerse de ellos, allá por 1970, encarnando el primer paso a la muerte de los Routemasters, que empezaron a ser retirados de servicio; unos condenados a chatarra; otros, dedicados a nuevos usos en distintos puntos de Gran Bretaña, y algunos emigraron al extranjero. Para principios de los años 90, la retirada se hizo más aguda, y luego irreversible con la llegada del flamante siglo. Y aún en ese escenario de despedida, un remanente de apenas un centenar de ellos fue revitalizado con nuevos, limpios y más eficientes motores Cummins, Iveco y Scania, con lo que se pretendía extender la vida del grupo de selectos sobrevivientes unos 10 años más.

En la mañana víspera de Año Nuevo fotografiamos este Routemaster de recién casados en el desfile londinense de la ocasión. Como siempre, los ciudadanos de la capital inglesa soportaron con la resignación de un mártir entusiasta el pésimo clima del lugar.


Qué los mató

Una complicada maraña de aspectos legales, de propiedad y explotación, que incluye la privatización de las rutas, la derregulación del sistema y los cambios y ventas de operadores, condujeron a la muerte paulatina de los RM. Ya en 1970, la mayoría de las rutas londinenses fueron convertidas a OMO, acronismo en inglés de One-Man-Operation, que significa Operación de un Solo Hombre, lo que eliminó la plaza del cobrador con tal de ahorrar costos. En los RM el conductor, exilado en su cabina, no podía conducir y cobrar a la vez.

Mucha gente renegó del retiro de los históricos Routemaster, al punto que el asunto llegó a la política. En su primera campaña electoral por la alcaldía de Londres, un precandidato dijo que "sólo un morón deshumanizado querría desahacerse de los Routemaster", y que él se opondría a su salida de servicio. Otro político llegó a anunciar que gestionaría la materialización de una versión reciclada, contemporánea, heredera de los elementos típicos, como ha ocurrido con los igualmente costumbristas taxis londinenses que cuentan con varias generaciones que conservan sus características históricas —la última de éstas llegó en noviembre del 2006—, pero ello no pudo ser llevado a vías de hecho.

Los viejos Routemasters han sido sustituidos paulatinamente por autobuses más modernos de circulación interna más expedita y segura a los pasajeros, por vehículos de marcas como Mercedes-Benz y Volvo y hasta se ven algunas versiones más contemporáneas de omnibus Leyland. Eso sí, la mayoria de ellos, double-deckers...

El dilema palpita entre la practicidad y la tradición. En una esquina, los nostálgicos que quieren conservar los gráciles autobuses se ponen el disfraz de prácticos encima del traje de románticos, y citan entre sus virtudes el acceso rápido gracias a la puerta trasera siempre abierta, su simpleza y confiabilidad mecánica y, como último recurso, su potencial turístico. Mientras, en la otra esquina, el emergente grupo que aboga por su sustitución, alega que los autobuses actuales son más versátiles, más seguros, que la distribución de asientos facilita una mejor circulación interna, que economizan costos al llevar un solo empleado —el chófer que no sólo conduce, sino que también supervisa el cobro automatizado de los boletos, que a su vez hace el abordaje más expedito y corta el paso a los polizones—, que poseen un suelo más bajo, que los pasajeros cuentan con varios botones de solicitud de parada en las barras de sostén, y que climáticamente son más humanizados.

El autor de este artículo y editor del website iFriedEgg.com, ante la parte trasera de unos de los modernos autobuses de dos pisos de Londres, que anuncia el show Mamma Mia!, con música de Abba, y que hemos visto también en Las Vegas y en Madrid.

El tiro de gracia

Los Routemasters fueron oficialmente condenados a muerte por una ordenanza ejecutada el 9 de diciembre del 2005. Al meridiano de ese día, un RM de la ruta 159, de Marble Arch a Streatham, hizo su último viaje. En un recorrido sentimental que todo el mundo quiso abordar, al paso del vehículo la gente le decía adiós como a un ídolo en retirada, mientras la prensa lo siguió hasta la última esquina en que torció hacia el paradero ante una multitud que lo aclamaba.
Los ingleses son fanáticos a este rojo, que además de en los tradicionales Routemasters, se ve en los buzones del Correos Real y en las cabinas telefónicas.
Cuando este periodista de automovilismo visitó Londres en diciembre del 2007, halló que sólo 16 Routemasters originales están en circulación en las llamadas Heritage Lines o Rutas-Herencia, la 9 y la 15. Aunque aceptan las tarjetas Travelcard y Oystercard de pasajeros, en realidad no integran la red TFL de autobuses de Londres y sólo trabajan parte del tiempo. Circulan 6 y 6 en cada ruta, mientras que 2 y 2 permanecen de reserva. La Ruta 9 hace el recorrido Royal Albert Hall - Hyde Park Corner - Piccadilly Circus - Trafalgar Square - Aldwych, mientras que la 15 va Trafalgar Square - Strand - Aldwych - Fleet Street - Cannon Street - Monument - Tower Hill. Sus viajeros más frecuentes y dedicados son los turistas.
Más a la corta que a la larga, los Routemasters quedarán sólo para complacer a los visitantes o, para ocasiones especiales o negocios tales como las bodas, las fiestas, las graduaciones, las paradas, etc., cosas que ya vienen protagonizando desdehace un tiempo, compartidas con su función mermante de ejercer las rutas regulares.
Muchos Routemasters retirados están en venta. ¿Cuánto cuestan, quiénes los venden? Navegando en la Internet se averigua. El promedio visto por este periodista es de 15 mil Libras Esterlinas —que dobla el dólar— y claro que hay precios más altos o más bajos, dependiendo del estado de la unidad (naturalmente, no incluye el flete). Por eso es que hoy se ven Routemasters en países y ciudades como Sri Lanka, Australia, China, Malasia, Fairbanks, Montreal, Quebec y Miami. Así que, al menos para los que amamos a este autobus antológico, se ha abierto una puerta de esperanza que garantice su merecida inmortalidad.