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OZZIE GUILÉN:
La pelota en la boca

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA,
y de EL ATICO, diario, por WQBA 1140 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.

Posted on April 10/2012

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¡Qué interesante! El nuevo stadium de los Marlins en La Pequeña Habana en Miami, en la mañana del 10 de abril del 2012 apenas a una semana de inaugurado, dejó de ser un coliseo beisbolero para convertirse en un circo romano donde la comunidad con el pulgar abajo como en los tiempos de la antigua Roma, exigía que le cortaran la cabeza a un pelotero. Además, otra ironía: parecía que el recinto tendría más asistencia que nunca… y no para ver un juego de la franquicia, sino un duelo sui generis entre un gladiador y el público.

Pero la escena distó mucho de ser cruenta; no le cortaron la cabeza a nadie ni sacaron a los leones al ruedo. Todo terminó en una suspensión de 5 juegos para el líder del equipo.

Y, ¿qué fue lo que pasó?

Que durante el fin de semana previo, Ozzie Guillén, el director técnico de los Miami Marlins, reveló en una entrevista a la revista TIME que admiraba a Fidel Castro. Eso generó una ola de repudio entre los cubanos exilados de Miami, de modo que Guillén se vio forzado a convocar una conferencia de prensa en el parque, a modo de mea culpa.

No es primera vez que Guillén, venezolano, mete la pata cuando abre la boca. Él tiene derecho a expresar su opinión, y a admirar y a convertir en su ídolo o héroe personal a quien le venga en ganas. Sólo que Guillén parece que no ha leído a Marx —¿o a Engels?, que dijo que cada hombre está preso de su sociedad y su tiempo. Eso significa —para que él lo entienda bien—, que si una de las hermosas reinas de belleza de la actualidad que genera su país se trasladara al año 1912, de pasearse públicamente con el bikini con que desfila en el certamen… iría presa por conducta lasciva e indecente.

Diríamos en este caso más de lo que lo dijo Engels —¿o Marx? —, que cada hombre no sólo está preso de su sociedad y de su tiempo… sino también de su lugar. So, querido Ozzie, el único lugar en el mundo en que no debiste decir lo que dijiste, es Miami. Creo que ni lo dijiste aquí, pero da igual: conduces un equipo que ahora lleva por nombre el de la ciudad, que radica en ella, y en la que sus contribuyentes acaban de regalarle un súper estadio a tu equipo… que poco o nada pagó por él.

Cuando se es una figura pública no se puede estar cometiendo esos desatinos que son ya una costumbre en Guillén. Cuando estaba en Chicago ofendió a la comunidad homosexual; ha dicho que apoya la inmigración ilegal, y ahora reveló que si su equipo gana se emborracha y que si no, también —cuando dijo lo de Castro… ¿habían ganado o perdido los Marlins?—.

Con tantas necedades, ya no importa una más: que también le guste Chávez, mortificando de paso a sus compatriotas de Miami que en su inmensa mayoría, no.

Ozzie Guillén ha vivido por 12 años en Miami y sabe que lo que expresó ofende a la comunidad que le sirve de base y lo sostiene. Miami ya no es únicamente aquella ciudad de hace dos décadas, dividida casi a partes iguales entre cubano-americanos —léase lo mismo exilados cubanos— y americanos. Hoy, no para bien, sino para mejor, es un crisol de comunidades de gente de Centro y Sudamérica pero, precisamente por eso, son mayormente los cubanos y los venezolanos los que juegan pelota y son fanáticos del béisbol, y por tanto representan su plataforma. Y del mismo que él tiene derecho a expresar sus gustos como ya dijimos, la comunidad también tiene el derecho de expresar sus disgustos. En el mundo corporativo norteamericano, al que pertenece Guillén, decir una palabra out of line puede costarle el puesto. No es exagerado pues que en Miami un ancho espectro de la sociedad que incluye al ciudadano raso, a personalidades y políticos como Carlos Jiménez (el alcalde del Condado), hayan reclamado su renuncia. Los neoyorquinos se habrían proyectado tal cual si Guillén hubiese dicho con las riendas de los Yankees en las manos que él admiraba a Bin Laden por su tenacidad.

Fidel Castro, convaleciente —o moribundo; como se te antoje—, todavía no es pasado. Los atropellos que ha cometido, lamentablemente no son nada más historia pretérita, sino que todavía él, o su hermano Raúl, los cometen. Las golpizas a Las Damas de Blanco, el acoso a la bloguista Yoani Sánchez y la violación consuetudinaria de los Derechos Humanos a la ciudadanía de La isla son cosa de abril del 2012. De modo que quienes no hallan ofensa ninguna en la preferencia de Guillén porque el dictador convertido en un viejito lastimero ya es agua pasada que no mueve molino, están simplemente ciegos a una realidad.

Cinco juegos suspendidos es el castigo que la gerencia de los MM le han impuesto a Ozzie Guillén. Es poco. No porque lo sea así en proporción con la ofensa —que lo es— sino porque es poco como para prevenir que más adelante su proverbial desfase cerebro-lengua se desate de nuevo y vuelva a proferir otra opinión hiriente. Ajustarle una mordaza —hasta con el logo de los Marlins para embellecerla un poco—, o meterle una bola de baseball en la boca por su propio bien, no sería una mala idea.

A los que dicen que en Miami se opera lo mismo que Cuba pero al revés, también les decimos que no es así. El gobierno castrista de Cuba, como todo regímen comunista y por tanto totalitario y dictatorial, está opuesto a todo excepto a él mismo. El exilio cubano de Miami está abierto a todas las alternativas excepto a aquel gobierno. Evidentemente, la ecuación no es simétrica.

Nadie pidió en Miami la encarcelación de Guillén ni que se le aplique la pena máxima, cosas que el gobierno de Castro durante 50 años sí ha hecho sistemáticamente con sus opositores, según una gama de proyecciones de éstos que va en una escala de mayor a menor, desde el intento de magnicidio a querer abandonar el país por las vías que el gobierno considera ilegales —que son todas, pues el aparato no permite viajar libremente a sus ciudadanos—. ¿Qué le pasó hace poco al manifestante que apenas voceó “¡abajo el comunismo!” durante la misa del Papa en Santiago de Cuba?

Guillén se disculpó y prometió que nunca más mezclaría los deportes con la política. Los que inventaron ese cóctel, con motivos de propaganda ideológica, fueron lo comunistas. Y no sólo los deportes, sino que todo, todo, lo batían con la política. En los años 70 una revista para adolescentes titulada SOMOS JÓVENES, publicada en Cuba, en un artículo sobre la autocomplacencia sexual entre púberes decía, "la masturbación en nuestra sociedad"... Caramba, que para los comunistas, hasta la solitaria puede llevar el signo de la hoz y el martillo o la cabezota del Ché Guevara...

Se equivoca Ozzie cuando dice que no juntará más una cosa con la otra, a tenor de su propio episodio. En realidad, su admiración expresa por Castro ni siquiera es política. En estos tiempos —y desde hace mucho—, no sólo es imposible carecer de opiniones políticas, sino que es necesario y legítimo. De opiniones políticas —y diversas, que ése es el asunto— se trata la sociedad democrática, y mucho más de expresarlas. El problema está en cuando se ofende y se hiere, y no siempre la afrenta lleva zapata política.

Hay quien dice que los peloteros y los boxeadores son, de los deportistas, los más carentes de luces. De generalizaciones no se hace nunca un buen juicio; mas, hmmm… podría ser. A pesar de lo cual si fuese cierto, no vemos ofensa en ello porque, ¿para qué hace falta más? Cada cosa en su lugar; zapatero a sus zapatos. El jonronero ha de ser eso, que ahí va su talento y virtud, y no en dictar una cátedra de la Teoría de la Relatividad, del mismo modo que en un juego de pelota Einstein no podría ser ni carga-bates. Ni siquiera que escupa tabaco y se rasque los genitales ante 20 mil espectadores y millones de televidentes, demerita al pitcher en su función de, strike three!, de ponchar al jugador que está al bate en la goma. Si Ozzie Guillén encaja en esa nómina, bravo por él, que todo lo que tiene que hacer es tratar de conducir a los Marlins a la Copa del campeonato. Pero del mismo modo debe medir mejor sus palabras para que no pegue otro home run de disparate como este, con las bases llenas. Pero no quede duda de su estrechez de mente, que en lo que dijo, la patentiza. Es tan torpe que hasta su error es otro error dentro de sí: en su disculpa, Guillén debió haber dicho, “me equivoqué de Castro en cuanto a sujeto de mi admiración; yo, al que amo es al otro hermano, a Raúl que —como había dicho Emmanuel en su canción— ‘se parece tanto a mí’... porque cada vez que abre la boca, dice una sandez”.

 
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