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Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA
que se transmite cada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET
por WQBA 1140 AM,
y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET,
por WAQI 710 AM,
en Miami, Florida, ambas emisoras de UNIVISION AMERICA

Feb.18/2013
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Quién lo iba a decir. Yoko Ono, casi 7 años y 8 meses mayor que su marido, el ex Beatle John Lennon, no sólo le supervivió, sino que le dobló la edad en años de vida. El lunes 18 de febrero del 2013, Yoko cumplió 80 años.

Probablemente el ciudadano japonés más célebre mundialmente de todos los tiempos, Yoko Ono nació en Tokio, Japón, el 18 de febrero de 1933, y a fuerza de una típicamente seca y casi silente obstinación, logró insertarse a puro contrapelo en uno de los fenómenos de popularidad más grandes de la historia de la humanidad, Los Beatles. Una vez desecha la banda, compartió entonces su existencia con una de las figuras más notables del siglo XX, John Lennon.

Desprendiéndose de su origen oriental y hermético, Yoko se fundió a la cultura occidental gracias al poder de mimetismo que sólo los japoneses poseen y, más aún, se convirtió en un personaje universal.

Yoko nació en una familia rica. Su madre se llamaba Isoko, biznieta de Zenjiro Yasusa, fundador del banco japonés que lleva su nombre, y su padre, Eisuke Ono, fue también un prominente banquero y pianista clásico además, descendiente del emperador de Japón. Su nombre, Yoko, significa en japonés ‘hija del mar’.

Desde muy temprano en su vida, en una época en que la gente no viajaba como lo hace ahora, Yoko fue una persona de mundo. Su padre fue transferido a San Francisco, en Estados Unidos, a una rama norteamericana del Yokohama Bank poco antes que ella naciera; cuando Yoko tenía dos años, el resto de la familia se mudó a California.

En 1937, regresaron a Japón, pero en 1940 volvieron otra vez a Estados Unidos, — a New York— donde vivieron por un año hasta que en 1941 su padre fue trasladado a Hanoi, Viet-Nam.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia de Yoko, como muchos japoneses, pasó por aprietos económicos, pero no tantos como para que la niña dejara de recibir una educación escolar esmerada. Sin embargo, Yoko ha narrado otro panorama de esa etapa de su vida y ha comentado alguna vez que hasta llegaron a tener que rogar por alimentos y que su madre hizo supervivir a la familia cambiando los bienes que trajo de su estancia en el exterior por comida. Mas terminada la conflagración global, los Yokos —porque en realidad ése es el apellido; Ono es el nombre que, según la costumbre japonesa, semejante a la húngara, invierte el orden identificatorio— se las arreglaron para reinstalarse en New York. En esta época fue que Yoko comenzó a dar muestras de ser una ciudadana del mundo, una joven rebelde y artística, una especie de free spirit. Yoko empezó a codearse con artistas y poetas, y a vivir una vida bohemia, y así se integró a una secta artística llamada Fluxus. Para temprano en los años 60, con casi 30, había cultivado para sí misma un alto nivel cultural y se había convertido en una artista plástica de vanguardia, con predilección por las instalaciones, los happenings y el Pop Art en general. Era lo que se llama un ratón de galería.

En 1956 se casó con el compositor japonés Toshi Ichiyanagi, de quien se divorció en 1962. Luego lo hizo con el jazzista norteamericano Anthony Cox, con quien tuvo una hija, pero terminó separándose de él también. Fue con Cox que, en el afán de hacer florecer su carrera plástica, se mudó a Londres tras aceptar una invitación al simposio The Destruction of Art.

En 1966, en pleno apogeo de Los Beatles, Yoko, distante completamente del mundo de la música popular, desconocía al cuarteto más famoso del planeta, auunque alguna información extraviada apunta que ella una groupie de los chicos de Liverpool, y que les montaba guardia. El 9 de noviembre de ese año, Yoko preparaba una pieza conceptual en la galería de arte Indica de Londres. Se dice que la pieza, interactiva según el lenguaje del 2013, consistía en una escalera plegable por la que el visitante podía subir, pero realidad parece estar más cerca de la consistente en una tabla en la que el asistente podía martillar un clavo a su gusto para crear así colectivamente una obra de arte. Intrigado, Lennon entró en la galería y cuando quiso participar en la obra de Yoko, ésta se lo negó. “Él es un millonario”, intervino John Dunbar, el dueño del recinto, quien le susurró al oído, “a lo mejor te compra la obra”.

Por alguna razón, después de dejar a Lennon clavar su puntilla en el tablón, en lo adelante Yoko y él comenzaron a tratarse y ella a llamarlo insistentemente a su apartamento en Londres. “Es una alucinada artista contemporánea que lo que quiere es dinero”, era la excusa que Lennon le ofrecía a su esposa Cinthya Powell, cuando ésta comenzó a quejarse de las impertinencias de “esa mujer”.

Lennon y Cynthia, hacia 1960.
 

Pero no se trataba de un interés monetario como pretextaba Lennon.

En mayo de 1968, Cynthia pasó un fin de semana en Grecia, y al volver a Londres y abrir con su llave el apartamento, se encontró a Yoko bebiendo té con John en la cocina y, para colmo, la japonesa vestía su albornoz. Probablemente estaba desnuda debajo…

Yoko le dijo con su vocecita nipona, Oh, hi…

Durante el fin de semana en que su esposa se ausentó, Lennon invitó a Yoko al apartamento. Fue en esa noche que crearon parte del material que más tarde integraría el disco en solitario Two Virgins, cuya portada resultó todo un escándalo por el desnudo fotográfico frontal y dorsal de ambos, y que ante tanta protesta las discotiendas se vieron obligadas a meter en un sobre de papel kraft para ocultarla y dejar ver sólo el rostro de ellos a través de un agujero hecho con tijera.

 

Cuando terminaron de grabar, según Lennon confesó años más tarde en una entrevista, él y Yoko hicieron el amor all night long hasta el amanecer.

Tan sólo semanas más tarde, Cynthia, sin resistencia, le concedió el divorcio a John, y así él y Yoko se casaron en Gibraltar el 20 de marzo de 1969, cuando para entonces Los Beatles estaban en vísperas de su disolución oficial (ya estaban grabando Abbey Road y sabían que era la placa de despedida).

 

La canción “La Balada de John y Yoko” es una especie de inventario de episodios del momento por los que la pareja estaba pasando entonces: su matrimonio relámpago, el famoso Bed-In for Peace, aquel estrambótico acto de protesta antibelicista en que él y ella convirtieron su Luna de Miel metidos públicamente en cama y en un saco en Amsterdam por una semana entre el 25 y el 31 del ‘69, cosa que repitieron en mayo del mismo año en Montreal, Canadá.

 

La canción también recoge el acoso popular y de la prensa después que Lennon dijera que Los Beatles eran más populares que Cristo.

Desde esa época misma, Yoko Ono comenzó a agenciarse una legión de detractores que probablemente todavía hoy a sus 80 años la sigan mirando con un rictus de amargura la faz. Incluso muchos seguidores de Lennon le critican que la introdujera como un integrante más de Los Beatles, porque él no se separaba de ella ni un minuto. Cada fotografía o corto fílmico de la banda, muestra a Yoko presente todo el tiempo, como si hubiese encarnado la codiciada condición de quinto Beatle. Cuando en julio de 1969 Lennon tuvo el accidente de tránsito en que Yoko fue la más afectada, mientra ella convalecía de las lesiones, Lennon pidió que la llevaran en camilla con suero y todo a las sesiones de grabación de Abbey Road en los estudios homónimos. Paul McCartney dijo una vez que la continua presencia de Yoko era “por lo menos irritante”.

 

En el filme Let It Be, rodado en los altos de las oficinas del Apple en Savile Row No. 3 el 30 de enero de 1969, Yoko aparece —aunque silente como casi siempre—, en la grabación cual un miembro más. Ninguna de las otras esposas de los tres Beatles (Linda Eastman, Patty Boyd y Maureen Cox) tuvo jamás la presencia en el grupo que Yoko sí.

Paralelamente a su trabajo con Los Beatles, John Lennon creó The Plastic Ono Band, pareciera que únicamente con el propósito de subrayar la presencia de Yoko, ahora como músico (en los teclados… ¿los tocaba realmente Yoko o era una simulación?).

Pero Lennon fue más lejos: El 22 de abril de 1969 agregó oficialmente a su nombre original de John Winston, el de Ono.

Nadie se atrevería a negar que desde que Yoko Ono apareció en su vida, Lennon orbitaría en lo adelante todo el tiempo en torno a ella con en una especie de obsesión enfermiza. En su canción post-Beatle titulada God —conocida también como Believe o I Don’t Believe— Lennon va desgranando las cosas y la gente en que no cree —entre ellas Los Beatles y Jesús— para terminar diciendo que sólo creo en mí y en Yoko. Igualmente, la menciona al desearle feliz navidad en la introducción de su canción Happy Xmas (Was is Over), y del mismo modo, su hit póstumo Woman, se lo dedicó.

¿Por qué ocurrió esto?

 

Cualquier sicólogo sería capaz de explicarlo: Lennon halló en Yoko, acaso en niveles intoxicantes, las dosis de afecto de que careció toda su vida. Sin padre, sin una madre —Julia, que tampoco se ocupó se mucho de él; fue ella quien lo entregó para crianza a la tía Mimí, y que para colmo cuando él tenía 17 años fue atropellada mortalmente por un auto casi frente a su casa—, Lennon encontró en Yoko el amor de todo tipo que demandaba y que nunca tuvo.

Los más atentos seguidores de la historia de Los Beatles aseguran que la fotografía tomada en 1980 por la célebre Annie Leibovitz en la que se ve a Lennon desnudo, posado en posición fetal sobre Yoko, es la certificación de que él halló en la esposa a la madre...

Y sexo. Mucho y procaz sexo...

Esta es la casa en que Lennon creció al amparo de su tía Mimí, en Menlove Avenue 251 en Liverpool. Apenas a una cuadra de allí, su madre fue atropellada y muerta.
 

En una era de explícitas rebeldías juveniles de toda especie, el amor y el sexo de los años 60 se desvistieron de todo el recato que por siglos le controló después de la desaparición de la depravada Roma. De Lennon, aunque siempre se dijo que era un pésimo conductor y un peor amante en la cama, paradójicamente era un audaz aventurero sexual y en Yoko halló las avenidas para drenar sus más flamboyanescas fantasías eróticas.

La para muchos más que velada, diáfana explicación de la relación Lennon-Yoko, mediante la fotografía de Leibovitz.
 
Por otro lado, anatómicamente hablando, las mujeres asiáticas son célebres por sus vaginas pequeñas y angostas, capaces de producir más placer en la penetración a un hombre que ninguna otra hembra —por eso los marinos mercantes del mundo prefieren a las prostitutas tailandesas— y esto pudo haber sido también otro componente para que Lennon, a pesar de sus infedilidades —ahí está la canción Norwegian Wood— , como que hipnotizado íntimamente por Yoko, cual su default siempre retornara a ella.
 
Poco después, viviendo ya en New York y durante su célebre batalla por el green card, John dejó a Yoko por la chinita May Pang —que por entonces tenía 22 años— y que era su asistenta personal. Los dos se mudaron por 18 meses a California en lo que Lennon llamó después The Lost Weekend o su 'fin de semana perdido'.
 

Lo curioso es que según la historia real fue la propia Yoko la que le sugirió a Lennon ese romance… durante el cual la japonesa lo llamaba telefónicamente todos los días.

De vuelta con Pang a la Gran Manzana en 1975, una tarde Lennon salió del apartamento donde vivía con ella y, prometiéndole que volvería para la cena, no retornó más. Había vuelto con Yoko, que le llamó por teléfono —¡oh, no!, ¿de nuevo?—, para decirle que había hallado éxito en una terapia para dejar de fumar.

Se dice que la propia Yoko le permitió seguir viendo a May como su amante...

En este etapa de reconciliación, después de haber sufrido tres abortos, finalmente Yoko le dio un hijo a Lennon, Sean —que nació el mismo día que él—, el segundo del cantante, pues tenía anteriormente otro, Julian, con su primera esposa, Cynthia.

Lennon finalmente obtuvo su residencia en los Estados Unidos y permaneció viviendo en New York con Yoko en el edificio Dakota hasta que frente a él fue asesinado el 8 de diciembre de 1980 por el alucinado Mark David Chapman. Tenía 40 años.

 
El artista acaba de terminar de grabar un nuevo disco con el que planeaba regresar a los charts, titulado Double Fantasy, integrado alternadamente por una canción de él y una canción de Yoko… que todo el que lo compraba saltaba las melodías de ella (todavía es así).
 

¿Quién tiene las estadísticas de cuánta gente... hmmm? Nadie… pero la mayoría de las personas afirman que precisamente a la mayoría de las personas Yoko no gusta. Definitivamente, Yoko Ono es una de las personalidades más impopulares del siglo XX... y camino del XXI va.

La prensa tampoco fue amistosa con la relación John-Yoko.

Hay una primera razón fundamental para ello, como ya esbozamos arriba: su constaaaaaaante presencia en los Beatles…

El rostro sin expresión de Yoko, generalmente en silencio, flanqueado por un cabello negro y largo que enmarcaba su cara fue tan prevalente en los registros gráficos de Los Beatles, que tal parece que ella integraba oficialmente el cuarteto, convertido en quinteto pues. Los más rancios fans de Los Beatles siempre vieron con disgusto la abrumadora presencia de Yoko en la banda.

La segunda razón fundamental por la que Yoko ha sido rechazada es porque mucha gente cree que ella fue la causa de la separación de Los Beatles. Pero esto no es objetivamente verdad. Lo único que puede admitirse al respecto es que la introducción de Yoko por Lennon a Los Beatles COINCIDE con el momento en que la banda comienza a caerse a pedazos. Incluso decir que ella aceleró el desenlace que los fans temían, también puede ser una exageración. Pero, en realidad, ¿alguien pudo, alguien habría podido después de la muerte de Brian Epstein evitar el final? Paul McCartney fue precisamente quien hizo todo lo posible para evitar el desplome de Los Beatles… hasta un punto en que ni él mismo pudo más.

Por otro lado, ¿qué razón habría tenido Yoko para querer deshacer la agrupación musical más trascendente de todos los tiempos —de lo cual había consciencia desde ya— a la que ella se coló y le sirvió de plataforma de lanzamiento?

La realidad es que Los Beatles, con Yoko Ono a bordo o no, a partir del White Album —cuyo verdadero nombre es el minimalista de The Beatles— estaban condenados a muerte desde dentro de sí mismos. Realmente era una especie de consecuencia lógica del desarrollo de la banda y de los cambios que la fama, la madurez y la fortuna y su propia identidad como creadores había venido dejando como huella en cada uno de sus miembros. La magia y la camaradería todavía plenamente patente en A Hard Day’s Night, con el mundo deslumbrante de la celebridad, las limusinas, los flashes y los jets, componentes que hermanaron a cuatro chiquillos pobres de Liverpool, comenzó a desteñirse tan temprano como en el disco Rubber Soul. En realidad, lo que es un verdadero milagro es que superviviesen juntos entre el Album Blanco y Abbey Road, la última placa de estudio de la agrupación.

Los Beatles tenían las manos demasiado llenas con sus propias discrepancias, que no había espacio siquiera para que Yoko Ono jugase el papel de la cuña que quiebra a un tocón.

Durante la grabación del álbum blanco Ringo abandona al grupo con la idea de no retorrnar jamás. Es por eso que la batería que se escucha en la pieza Back in the USSR la tocó Paul. Después de una catarata de telegramas —no había e-mails entonces— en que sus compañeros le definían como el mejor baterista de mundo y le rogaban que volviese, Starr lo hizo. Y lo mismo pasó después durante las sesiones de Let It Be con George, quien para entonces ya había manifestado su deseo de escindirse y se negó a hacer giras ni tocar públicamente... por eso es que el concierto de tal disco se efectuó en la azotea.

De estas dos ocasiones de una serie de episodios semejantes, y que demuestran puntualmente que Los Beatles ya no tenían futuro, hay que exonerar a Yoko de toda culpabilidad, protagonismo, o de papel de instigadora. Si de tales momentos hoy, mágica y retrospectivamente, pudiesemos unplug o desconectar a Yoko de esta historia, Los Beatles no hubiesen no hubiesen supervivido —y con mucho— a 1970.

¿Y si Brian Epstein no hubiese muerto en 1967, cabe preguntar? Well… a lo mejor ellos mismos lo habrían echado, tal cual ocurrió con la banda Chicago y su manager James William Guercio.

La culpa de la separación de Los Beatles acaso cabría achacársela a Paul McCartney quien, paradójicamente en su afán de evitar la disolución, trató de sustituir la labor de Epstein, y en el empeño se volvió mandón y dictatorial, con lo que en especial no tanto a Lennon pero sí mucho a Ringo y a George amargó haciéndoles sentir cual miembros de segunda clase en un conjunto cuya magia, desde sus inicios, radicaba en la suma de los cuatro.

Sin embargo Yoko —más allá de su pose liberal e izquierdizante para John— representó una influencia positiva en la vida y obra de Lennon en una vertiente particular:

Hay dos personas que exponen a Lennon a un mundo intelectual más alto. La primera es Robert Allen Zimmerman, es decir, Bob Dylan —el otro es el nombre que parece en su partida de nacimiento, el pasaporte y en la licencia de conducción— que le dice a Lennon que existe una lírica más elevada para las canciones, en un momento en que el propio John reconoció que él estaba más preocupado por hacer rimar Hey con Everyday en sus composiciones. La otra persona que conduce a Lennon a letras más profundas y a aproximarse a más lejanos horizontes de Humanidades es Yoko, que tenía toda una carga, procedencia y formación al respecto, y esto es un aspecto a menudo soslayado en un análisis sobre ella.

Por otro lado, Yoko es una entidad interesante en tanto que japonesa. En 1905 Japón decide occidentalizarse aún conservando sus más profundas tradiciones, a través de una delegación que al propósito envía el gobierno al Oeste. Empero incluso después de eso, ni siquiera con su invasión a Manchuria en 1931 —donde cometió verdaderas atrocidades—, Japón logra un marcado protagonismo en la Tierra, sino que siguió siendo una nación remota en el planeta, allá por donde nace el Sol. Hasta Pearl Harbour… y la bomba atómica.

Mas no es hasta después de la guerra y particularmente en la década más trascendente de todas las del siglo XX, la de los '60, que Japón comienza a conquistar al mundo, paradójicamente no a través de lo más esencial de sí mismo —que es lo que hacen particularmente los imperios— sino de productos hechos por el país pero de origen occidental. Desde los Decimoctavos Juegos Olímpicos de Tokio en 1964 o en torno a ellos, Japón arranca su penetración en Europa y en América a través de cinco cosas: las cámaras Nikon, los radios portátiles de transistores Sony, los relojes de pulsera Seiko, el Toyota Corolla… y Yoko Ono.

A 80 años de existencia, no hay quien pueda separar a Yoko Ono de Los Beatles ni del rasero con que se mide la simpatía o la antipatía por ella, que pasa diametralmente por ahí y por John Lennon. De las esposas de los tres restantes Beatles, Maureen Cox, Barbara Bach, Patty Boyd, Olivia Arias, Linda Eastman, Heather Mills y Nancy Shevell, ninguna ha tenido la prominencia que logró Yoko. Incluso, ella hace palidecer también a la primera mujer de Lennon, Cynthia Powell.

Yoko, en su octogésimo onomástico, merece ser puesta en una balanza con fiel más sensible para llegar a un juicio justo sobre su persona y papel y, sobre todo, para exonerarla de una culpa que nunca tuvo… la de la separación de Los Beatles.

 
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