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Otra CARTA ABIERTA
a CASTRO al cumplir 87 años

Y un pretexto para revisar el inventario de nombres
con que sus detractores y víctimas le han caricaturizado
aún antes de que se hiciese del poder vitalicio en Cuba
en enero de 1959.
 
Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial EL ATICO por WAQI 710AM,
y AUTOMANIA, por WQBA 1140 AM,
ambas emisoras de Univisión Radio.

 

Ilustración del autor/Posted on Aug. 13/2013.

Querido Fifo:

Es la tercera vez que te escribo en tu cumpleaños. Permíteme que te aluda de nuevo con el apelativo con que tantos cubanos te han llamado y que inmortalizara en sus novelas Reynaldo Arenas, a quien perseguiste con la resentida saña del enamorado mal correspondido.

Te digo querido no porque me satisfaga hacerlo y mucho menos porque te lo merezcas… no por lo menos de mi parte. Pero fue lo me enseñó mi inefable maestra de Español en tercer grado y que yo, aplicado, no he olvidado y mantengo como norma de cortesía en toda epístola, que encabezo llamándole querido o querida a quien va dirigida. Así que, please, no te hagas ilusiones.

Dicen que cumpliste 87 años. ¡Oye tú, qué viejo estás! Te faltan tres pa’ 90, y no to’ er mundo llega a 90 llega. Dice alguna gente ahora que vas a vivir precisamente hasta esa cantidad de años para emular el número de millas con que la geografía y tú han separado a millones de cubanos por cinco décadas en una u otra orilla del Estrecho de la Florida. Sin embargo, hay también quien dice que la del 13 agosto de 1926 no es tu real fecha de nacimiento, sino que la inventaste para ponerte a buen recaudo de maleficios, ocultando la verdadera. De ser cierta ésta, el colmo habría sido que se tratase de un martes 13, pero no, fue un viernes… lo que me introduce pues en la duda de, ¿serás Jason, el personaje inmortal de la película de horror Friday the 13th?

El caso es que, una cosa o la otra, como tu cumpleaños “oficialmente” es cada 13 de agosto, me pregunto de nuevo cómo lo habrás celebrado. ¡Eres tan hermético! Pero atendiendo a tu salud, supongo que no muy distintos de tu octogésimo tercero y el del año después, de los que hice toda una elucubración de cómo fueron. Anyways, me puse a pensar que qué nombre habrá escrito tu repostera privada con la manga de crema sobre el merengue de tu torta… ¡porque tienes tantos! Por allá eres íntimamente y aún de manera multitudinaria Fidel, mientras que por acá, un tanto más circunspectamente, Castro. Mas, ¿qué de toda esa catarata de otros nombres con que te citan y mencionan? Mira, te los recuerdo, y así vamos a burlarnos de tu existencia a través de todos los apodos, pseudónimos, sobrenombres, nombres y nombretes que para ridiculizarte tus detractores te han llamado incluso desde mucho antes de que te hicieses del poder de manera vitalicia, allá en enero de 1959.

Posiblemente el más viejo de todos sea el de tu época en Belén —y no con los pastores— cuando arremetiste demencial contra un muro por lo que quedaste sin sentido y desde entonces tus compañeros de clase comenzaron a llamarte “el loco”. Más adelante en la universidad, por tus nada encomiables hábitos de higiene personal, te llamaron Bola de Churre. Totally self-explanatory.

Pero sin duda el inventario de éstos floreció tras convertirte en el rector de la nación cubana a contrapelo de la más magra dosis de democracia. Tempranito comenzaron a llamarte no caballo, sino El Caballo, que no es lo mismo aunque parezca igual. Claro que he de admitir que se trata de un encomio, ya que en Cuba llamar a alguien así es sinónimo de bárbaro… y bárbaro también en Cuba significa lo contrario de lo que el Larousse especifica —que es la acepción con que personalmente me gustaría definirte—. De modo que bárbaro, o especialmente el caballo allá, equivalen a un ser de prominencia, dotes y actuación extraordianarias, y por eso tus fervientes seguidores te llaman con admiración rayana en el fanatismo de esa manera. Además, en la charada cubana el caballo es el Número Uno. Aunque la banda de rocanroll Three Dog Night define al 1 como solitario en la canción homónima, ser el Number One en algo es como ser rey o campeón.

Pero ya, hasta ahí, porque la catatara de nombretes que sigue está muy lejos de reflejar elogios a tu persona y existencia. Algunos de ellos encierran una lógica, pero la verdad es que he de reconocer que la esencia de otros no me los puedo explicar, lo cual no es óbice para que me diviertan. Déjame desgranarlos.

Mira, Fi, te han llamado El Cangrejo, porque eres como un cáncer y vas hacia atrás; Patilla, por tu barba desarreglada; Cara ‘e Coco y Caremango —éstos están entre los que nunca entendí y a los que a veces me opongo porque es una afrenta a tales frutas que no se merecen el símil—; Esteban, por Este-Ban-Dido; Coma-Andante, especialmente después de tu gravedad; La Momia (no necesita explicación, lo mismo que Tiranosaurio); Melón, porque eres verde por fuera y rojo por dentro; Bienvenido, por aquella lisonjera plaquita en la puerta de cada morada de tus adoradores que rezaba “Esta es tu casa Fidel”; Michael Jackson, porque como en Moonwalk parece que vas hacia adelante, pero mentira, vas pa’ trás; Yunojú, la simpática corrupción al español por Quién Tú Sabes en inglés, con tal de evitar nombrarte; María Cristina, como la canción de Ñico Saquito, que dice que ella me quiere gobernar; Fidel Es-Conde (porque lo es-condes todo); El Mago, porque todo lo desapareces, y otros más elaborados intelectualmente, como el Napoleón del Caribe, la Bestia de Birán, y el memorable y preciso Loco Endemoniado de Rafael Díaz-Balart.

Para terminar, mi pequeña contribución: Maledicto Boloder. Lo de Maledicto, un irónico juego de palabras a través del contraste del nombre papal de Benedicto XVI, que hace el bien, mientras que tú, el mal. Lo de lo Boloder esta emparentado con You-Know-Who: es Ball of Dirt, tu nombrete traducido a la lengua de Shakespeare pero pésimamente pronunciado a la cubana, el que ya citamos en tu etapa universitaria cuando según el decir popular gustabas de volar el turno (no ducharte).

Sé que estarás pensando que soy un ente irrespetuoso que no honro tus 87 años con la veneración que supone un anciano. Allright, lo admito... y espero que entiendas que simplemente no te la mereces. Cuando te vayas pa’l otro mundo no dudes que así como la tumba de Álvarez Guedes merece un epitafio que diga “el que más nos hizo reír”, sobre la tuya encajaría perfectamente el de “quien más nos hizo llorar”. Y eso basta para que sea justo que después de tantas lágrimas nos riamos de ti a través de tus nombretes.

 
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