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NISSAN JUKE:
Volamos a Vancouver para probarlo...
le contamos qué nos pareció.

por PEPE FORTE Editor del Canal de Autos de iFriedegg.com, y conductor del programa radial AUTOMANIA de UNIVISION RADIO. Miembro fundador de SAMA. Todas las fotos son del autor, excepto las identificadas como ajenas.

Posted on summer/2010 • Reviewed live! on AUTOMANIA, Univisión Radio
on Suday. Aug. 29/2010.
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Antes de hablarles del vehículo, permitidme pues una agónica introducción:

Trabajar el sábado hasta el mediodía en la oficina. Partir hacia la emisora a las 12:00 pm para grabar el programa de radio que habría de salir el domingo en vivo por hora y media. Volver a la oficina hasta las 9 de la noche con tal de no dejar nada pendiente para el lunes. Terminar. Irse a casa —camino a ella, toparse en el carro con un verdadero diluvio típico del verano de Miami…—; ducharse, cenar frugal y apresuradamente para usar la sobremesa —de hecho, inexistente en los Estados Unidos— en hacer las maletas a la carrera. Sí, LAS maletas, dos: la carry-on del equipaje y la de las cámaras, que generalmente termina pesando más que la de la ropa. Atropello dentro un par de jeans, un traje con un T-shirt elegante en el propósito de eliminar la corbata y… let’s go to the matresses: la maleta de las cámaras—. No, esta vez no: Dejemos detrás la voluminosa Canon 5D Mark II. Sólo llevaré la compacta y adorable G9 en la bolsa para la laptop, que alberga además una maraña de cables —que de milagro no parece una bomba casera en los rayos-X del aeropuerto—correspondientes a los cargadores del celular, del iPod, de la cámara, de la propia computadora y de un receptor de radio satelital Sirius en que archivo una veintena de American Top 40’s, con cualquiera de los cuales y la voz de Casey Kasem suelo calmarme durante esos largos vuelos en que a menudo tengo ganas de lanzarme por la ventanilla del avión —sin paracaídas—. Finalmente, irme a la cama a las 11 de la noche —después de fallidamente haber planeado hacerlo por lo menos a las 9— para, total, quedar tan desvelado como una lechuza pendiente de la alarma del reloj programada para las 3 de la mañana que, como me desperté como siempre por cuenta propia, desconecté media hora antes de que sonara con una emisora de FM, que quién sabe si tocaría I’ve Got You, Babe, de Sonny & Cher, como en la película Groundhug Day.

A las 3 y 30 salía en marcha atrás del garaje de casa al timón del auto de la semana, un Infiniti G37 con transmisión manual cortesía de Prestige Auto Specialists, hacia el Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale —a más de una hora de distancia; de haber volado desde el de Miami, a unos 15 minutos de mi barriada en el transparente tráfico de una madrugada dominical, no hubiese tenido que levantarme tan temprano— para abordar mi vuelo ¡a las 5:30 am! a Vancouver, con escala en Atlanta, Georgia —una hora y media hasta allí y luego 4 más sobre las nubes hasta la Columbia Británica al otro lado de la masa continental, mortificando a la aeromoza con mis jugos de tomate sin hielo—, para finalmente aterrizar en Canadá —con su tradicional malhumorada aduana de por medio en que lo único que les faltó fue hacerme un tacto rectal de sospechoso que le parecí— sobre las 11 de la mañana..

¿Al día siguiente?: Perder por culpa del tráfico de Vancouver el avión con boletos en primera clase —ganados por upgrades a fuerza de millas de malas noches en los cielos— de vuelta a la Florida con escala en Los Angeles.

De nuevo en la aduana canadiense, mala cara. Ayer pareciera que no me querían dejar entrar; hoy, que no me querrían dejar salir. Con el corazón en la boca recompongo el regreso con dos vuelos que técnicamente no eran connecting flights sino separados, en líneas internacionales —originalmente estaba volando en Delta—, uno en Air Canada —que tenía más chinos a bordo que canadienses— y otro, el red-eye, ya al filo del la medianoche, ahora desde Sanfrán —San Francisco en la jerga aeropuertaria— en Virgin Airlines —mi aerolínea favorita, valga el comercial gratuito— en el que dormí pésimamente en coach en un A321 —por tenso, mi culpa, no del avión ni de la compañía— para aterrizar a las 8:15 am como a 50 millas de mi casa con más ojeras que un racoon trasnochado… para colmo sin alcohol.

Todo esto ocurrió entre el sábado 21 y el martes 23 de agosto del 2010. Y la historia es para hacer una pregunta: ¿valió la pena? Hombre, que sí…

Dicho a la cubana, todo ese tropelaje fue para probar el flamante Nissan Juke, un totalmente nuevo vehículo de la firma que hemos estado siguiendo por meses hasta que ahora pudimos ponerle las manos encima en el lanzamiento para Norteamérica.

Manejamos el vehículo en una ruta de alrededor de unas 100 millas totales, partiendo del fastuoso Hotel Shangri-La en pleno downtown de Vancouver colindante con la bahía, con paso por el atiborrado Lions Gate Bridge —foto encima y cuyo tráfico de embudo fue el que me hizo perder el vuelo a casa— y cruce de unos 30 minutos en ferry hacia la isla Langdale, con cambio de conductor en el adorable pueblito de Sechelt con vista al mar en el corazón de The Sunshine Coast, con almuerzo en Egmont. En fin, una hoja de ruta que devino bitácora ideal para el Juke. Vancouver es, como todas las canadienses, una ciudad finísima a la que uno siente deseos de mudarse inmediatamente tras conocerla —le gana en número de Starbucks Café sólo Seattle— y que, por su anatomía, resultó óptima para saborear al Juke, metropolitanamente hablando (by the way, estaban frescas las huellas de las Olimpíadas de Invierno celebradas en la ciudad en febrero de este año).

Afortunadamente, para mi sorpresa, el Nissan Juke resultó más de lo que esperaba. Hace unas semanas transmití a mis oyentes en AUTOMANIA, el precio básico del vehículo, de $19,710, que me llegó anticipadamente. Entonces me pareció alto. Creí que el bracket del auto rondaría al del Nissan Cube, alrededor de 14 mil. En un llamado second thought, arribé a la conclusión que se trataba de una hábil jugada de la compañía para evitar canibalizar al Cube, y así se lo pregunté a Larry Dominique y a Colin Price, dos ejecutivos clave de Nissan, que en parte compartieron mi apreciación. Hasta ese instante pensaba que el Juke podría ser una amenaza para el Cube, pero una vez que entré en contacto con el carro me di cuenta que lo es más para el Rogue.

El Juke es un crossover pequeño, el más pequeño de la marca. Su estreno eleva a ahora a tríada los vehículos de la especie en Nissan: el Murano, que el el hermano mayor, seguido en orden descendente por el compacto Rogue y ahora nuestro protagonista de marras. Allí, frente al hotel —foto inmeditamente debajo— estaban los tres, como los mosqueteros —si quiere considerar al Cube cual D’Artagnan, me parece apropiado— como para demostrar sus diferencias y similitudes.

El más nuevo producto de Nissan se erige sobre su plataforma B, que pidió prestrada al Versa. Pero a partir de ahí se entrega un vehículo con genuina personalidad, con un diseño que es cualquier cosa menos común y que ha dividido en dos —los que le ven hermoso y los que no; este servidor está en la primera esquina del cuadrilátero— a quienes le contemplan. Sus detractores dicen que el hijo “regado” del Pontiac Aztek. Si tuviese el cladding lateral de aquél… hmmm… tal vez, pero no.

El Juke es un desprendimiento del conceptual que vimos en un salón del automóvil identificado como Qazana, del que finalmente quedó bastante cerca, como se aprecia al contempla la imagen a continuación.

Los de Nissan nos dijeron que el Juke —textual— no tiene ningún competidor directo en el mercado actual. Que, en todo caso, se “cruza” —entre otros— con el Mini Cooper, el Mazda3 y el Suzuki SX4… pero no mencionaron el Soul. Por nuestra parte pensamos que sí, que es la más auténtica respuesta de Nissan al pequeño de Kia, pero que no resulta estratégicamente conveniente identificarlo tal cual porque le eliminaría esa responsabilidad asignada al Cube.

El segmento de los crossovers pequeños crece. Se espera un incremento de más o menos un 200% arrancando ya desde el año 2005 y hasta el 2014. En este momento esos vehículos representan un sorprendente 4to. lugar en ventas en el mercado norteamericano. Nissan ubica al Juke en la demográfica masculina de entre 18 y 34 años, con acento entre 25 y 29, con entrada anual de $45 mil dólares. Pero eso está por ver; cuando el borracho de Pedro Navaja canta la vida te da sorpresas… sorpresas te da la vida… creo estaba pensando en el mercado automotriz, cuyos giros son tan sorprendentes como la vuelta de la próxima carta en el poker. Y el styling del Juke, con madera para más de un gusto, bien que podría llevarle por otros caminos y despertar, en el buen sentido de la palabra en este caso, desconcertantes afinidades. Tengo el presentimiento que va a ser predilecto de las féminas por igual aunque no tanto de chiquillos, ya que entre los vehículos con que Nissan piensa que el vehículo se mezcla está también el Scion tC.

Insisto: Sus perfiles no me escandalizan. No creo siquiera que roce la frontera de la fealdad aunque tenga que admitir que estentóreo visualmente sí es. De Nissan, ya deberíamos estar acostumbrados. Se suma a la brigada de vehículos que de la firma no pueden ser ignorados como lo fue hace unos 10 años —¿ya se le olvidó?— el Murano, y mas acá el Cube y la nueva edición rediseñada de la minivan Quest.

Los elementos más distintivos del Juke se asientan en las luces, sobre todo en los módulos estrechos y alargados justo sobre el nivel del capó —no recuerdo una cosa así anteriormente— que sirven de lámparas de ciudad y de indicadores direccionales, y las traseras en forma de boomerang que agarró del Z. Se sabe que es un Nissan porque conserva la misma parrilla de algunos otros coches de la firma, con más aire de familia al Rogue que hacia cualquiera otro de la panoplia.

Dentro, no es un auto particularmente amplio, pero sí es agradable… para los ocupantes delanteros. En una breve sentadita detrás hallamos que tres pasajeros allí codearán sus anatomías, y cuando se observan los asientos frontales, ergonómicos, uno se da cuenta que en el Juke, los que viajan delante, van en First Class. Esto puede presumirse y asumirse con sólo contemplar el perfil del auto que denota la línea del techo más aguda sobre la primera mitad del vehículo.
Los plásticos usados dentro concuerdan con el precio del vehículo. A algunos de mis colegas les pareció que habrían de ser mejorados, pero en este caso no se trata de mi reclamo principal. Resulta curiosa la pieza que cubre los relojes, una especie de alero o techito, diseño nunca antes visto.
La cabina es íntima —será porque predomina el negro, mi color interior favorito en los autos— más creo que no ofrece muchos espacios para almacenaje, necesarios para la parafernalia de comunicación y entretenimiento portátil de los jóvenes de hoy (celulares, tocadores de MP, etc). Pronto estuve ocupando los portavasos para esas funciones y, cuando fui a ubicar una botella de agua allí me vi en aprietos. Algunos de los elementos interiores, como las toberas del aire acondicionado, creo las he visto en otros coches de la firma. Pero me resultó atractivo y muy a mano la ubicación del botón intermitente de emergencia, al centro de la consola… que a veces pasan meses antes que lo usemos (no se trata de que tengo al cínico subido hoy…).
En la cabina de pasajeros llama la atención el podio para la palanca de cambios entre los asientos de adelante que simula el tanque de gasolina de una moto.

Pero el punto más alto está en la consola central de los modelos mejor dotados, un conjunto electrónico llamado I-Con (Advanced Integrated Control) presidido por una pantalla tipo LCD de 5 pulgadas y de gran resolución con gráficas modernísimas que informan al conductor sobre la climatización interna y los modos de rodaje a elegir según el gusto de quien maneja el coche. El Juke propone tres modos diversos de conducción: Normal, Sport y Eco. Cada uno de ellos hace una formulación de diferentes tipos de aceleración, transmisión y dirección para acomodarse a la voluntad del chofer o al rodaje o las características de la vía o la superficie sobre la que se transita.

El subwoofer es de Rockford Fosgate. Baste decir que son las que instalé aftermarket en mi carro personal

El Juke podría haber sido un par de pulgadas más amplio por dentro, pero para ello habría tenido que renunciar a su forma exterior. Salvando las distancias, me recuerda a los autos norteamericanos de los años 40 cuya cabina comprimida en ancho, desaprovechaba el volumen inflado de los guardabarros. Esta configuración era más dramática en el conceptual que en el producto final.
El espacio de carga en el tercio trasero es mínimo —sobre todo si subrayamos que es un crossover—, de unos 10.5 pies cúbicos. El suelo del compartimiento puede levantarse para descubrir allí, bajo él, un espacio accesorio, disponible tal cual únicamente en la versión de tracción delantera. Claro, con la espalda de la butaca de atrás abatida la capacidad se eleva a 35.9, lo que rebasa a uno de sus competidores reconocido oficialmente como tal, el Mini Cooper Clubman, que garantiza 33.
Aunque es unas 20 pulgadas más corto que el Rogue, sin embargo la distancia entre ejes de sólo 6 pulgadas menos. El Juke mide 162 pulgadas y media de largo, y 61.8 de alto.
A pesar de mi premura por no perder el avión —gestión en la que fracasé—, en realidad no pude apretar al Juke en cuanto a velocidad en la vuelta al hotel, porque ya les dije que el tráfico estaba más lento que digestión de serpiente. Sin embargo, esto me permitió maniobrar apresuradamente cuasi de modo ilegal, ganando un pie de distancia aquí, otro acullá, cada vez que se me presentaba la oportunidad donde exprimirme de una senda a otra y lo cierto es que el Juke reveló su vocación urbana. Su visibilidad lateral me facilitó tales tejeduras en la urdimbre del tránsito vancouverense —¿es éste el gentilicio correcto?—. Esto fue a bordo de un Juke SV con transmisión frontal. En la mañana manejé el modelo superior, un SL con todo y transmisión automática AWD —nunca pude manejar el manual— y quedé complacido en cómo se aferraba a las curvas, con casi ningún cornering o culateo. Si en realidad alguien no está muy convencido del aspecto del Juke e incluso de sus ofrecimientos dentro, creo que el modo en que maneja satisface al conductor más exigente… sin esperar que se esté a bordo de Ferrari.

Curiosamente, la transmisión manual —de 6 velocidades— no está disponible en el modelo base, sino en el del medio y en el superior. La transmisión automática es una CVT (Continuamente Variable), de tracción frontal, aunque para sorpresa del consumidor puede optarse por la AWD en todos los cortes. En la situación de motores pequeños como en el Juke —me ocurre igual con el Versa— la CVT a veces me frustra un poco...

La transmisión All Wheel Drive distribuye por igual la torsión entre los dos trenes de rodaje , pero puede incluso dividir el torque entre las dos ruedas traseras mandando más de éste a la de afuera en curvas, lo que ayuda a reducir el understeer… y esto fue algo en que en el vehículo habríamos notado aun sin habérnoslo dicho en el breefing técnico. De hecho lo sentimos en la primera jornada de la manejada. Por si fuera poco, este sistema puede redireccionar —perdonad el "gongorismo"— hasta 50% de la potencia del motor a esa rueda y por eso es que le sentimos carente de culateo. Siendo como somos fanáticos de Subaru, hasta llegamos a sentir celos…

En cuanto a motor, sí no hay más sabores dónde escoger, pero este plato abarca desde el aperitivo hasta el postre: uno solo, un 4 cilidros de 1.6 litros de inyección directa y turbocargado, que finalmente elimina todos los pretextos que un prospecto tenga para no adquirir el carro. El Juke se mueve con ligereza gracias a esta planta, que genera 188 hp y tiene una eficiencia de 27mpg en la ciudad y 32 en la autopista. Otra razón más para darle el sí al Juke.

El Nissan Juke viene en tres modelos, a saber de abajo hacia arriba: el S; el SV y el SL. Como siempre, según amenidades, se asciende en la escala de los modelos que, por supuesto, incrementa el precio.

Aunque este es un auto que pretende ser relativamente económico, en mi caso, a diferencia de otras opciones de la categoría, lo prefiriría "con todo" y mi elección sería la del precio máximo. El Juke es un carro que agradece los extras y ostenta sus afeites con el mismo entusiasmo de una quinceañera.

Las amenidades del Juke, como en todo auto, crecen desde el modelo inicial hasta el supremo. Al final de la escala hallamos que el carro está decorado por conexión iPod vía puerto USB, Bluetooth, controles de audio en el volante, sunroof, arranque y acceso remoto sin llave, climatizador automático, cristales ahumados, volante envuelto en piel, butacas delanteras térmicas, GPS, ceamara para la marcha atrás, neblineros, y luces automáticas y algún que otro extra bono de gracia.

En el sector de la seguridad, el Juke cuenta con el sistema avanzado de bolsas de aire de Nissan (AABS) que contempla protección algunas de ellas montadas en el propio asiento para protección lateral y bolsas tipo cortina de lado instaladas en el techo, Control de Dinámica del Vehículo (VDC), Sistema de Control de Tracción (TCS), frenos ABS en las cuatro ruedas con distribución electrónica, y monitor de presión de neumáticos.

El rango de precio oscila —con exactitud— desde $18,960 hasta $24,550. Para que lo recuerde más fácilmente: Por debajo de 19 mil y nunca en 25 mil. Inteligente estrategia de Nissan: el Juke no “pisa” la baja etiqueta del Cube, con lo que pone un auto al temido fenómeno del canibalismo en familia. Pero, ¿podrá evitar robarle ventas al Rogue como pienso y sugería arriba? Hmmm... ya eso es harina de otro costal, pero podría pasar... y que el Sentra no se duerma en sus laureles, ni tampoco el Altima.

 

Important note: I'd like to thank Nissan's Linda Johnston and American Express' people —maybe Mary Chavez?— for finding me in the last minute a flight back to Miami, since I missed the original travel arrangement. Thanks, Linda, I owe you one...

PEPE FORTE

 
A continuación, el resto de las fotos:
Una amable residente de Vancover, a bordo del ferry con su auto cargado de flores... ese es su negocio.